UNA LARGA GUERRA DE DESGASTE
Anda sacando pecho Wladimir Putin -ante un público incondicional y entregado- por lo que los cenáculos moscovitas llaman la gran victoria de Lugansk: la toma de dos pueblos y de una docena de kilómetros después de tres meses de ofensiva. No me parece una celebración de buen gusto, sobre todo si tenemos en cuenta que los rusos ya han perdido -según estimaciones occidentales- un número aproximado de veinte mil soldados, así como ingentes cantidades de máquinas de guerra, tanques, camiones, helicópteros y demás. Una sangría de recursos que sólo un país de las dimensiones de Rusia puede soportar. Cada metro cuadrado de territorio ucraniano es defendido con valentía y dignidad por los soldados de la bandera amarilla y azul. Cada metro cuadrado avanzado es un paso de Rusia hacia la derrota, pero también sumerge a Ucrania en una profunda sima de destrucción, de muerte y de pobreza. Ucrania está siendo machacada por esta horda salvaje en sus cuatro puntos cardinales: infraestructuras, viviendas, carreteras, fábricas, centrales de energía, ferrocarriles... además de miles de muertos entre soldados y civiles. Esta guerra es un desastre. Un disparate que, hace ya muchos meses, ha emprendido un sátrapa contra la libertad y contra la cultura; contra la convivencia pacífica y contra el orden internacional.
Esta guerra se ha convertido en un guerra de desgaste. La doctrina de la mancha de aceite del Ejército de la Federación Rusa -ir extendiendo muy poco a poco el terreno conquistado después de una larga preparación artillera del objetivo- no es más que una verdunización de su forma de combatir. Demuestra que la banda de ladrones de la Z carece de la suficiente capacidad para desarrollar una guerra rápida de movimientos. Se trata de una guerra de desgaste de una más que previsible larga extensión en el tiempo.
En efecto, la guerra puede durar lustros. Los invasores -agotados por meses de durísimos combates- acabarán frenando en algún punto y se atrincherarán, en un moderno remedo de lo que paso en 1.914 después de un avance alemán que quiso ser fulgurante y rápido sobre Francia. La Historia nos enseña que las rápidas ofensivas fallidas terminan en grandes atrincheramientos: en guerras de desgaste costosas en vidas y en dinero. A eso nos estamos encaminando en Ucrania: a una larga guerra que se puede estancar en la vida del Este de Europa con una cada vez más difícil terminación satisfactoria.
Además, la guerra lleva a Europa a una crisis económica de todavía imprevisibles consecuencias. Recién salida del huracán del COVID, la economía occidental debe enfrentarse ahora con las circunstancias adversas derivadas de la agresión rusa. Una crisis económica que, posiblemente, vaya acompañada de una crisis política de magnitud histórica. Las instituciones de nuestras democracias pueden tambalearse al ritmo de los obuses rusos y nuestra forma de vida está seriamente amenazada.
Recuerdo a esos vomitivos jefes y generales españoles de la Reserva que vaticinaban en tertulias televisivas -en nombre de tal o cual asociación de asuntos estratégicos o en el suyo propio- que Rusia iba a ganar la guerra rápida e inevitablemente, que la responsabilidad por toda esta sangre derramada la tenía Zelenski -al sacrificar a su pueblo en una guerra de resistencia sin rendirse al invasor- y que la guerra estaba ya ganada por la Federación Rusa y que tan sólo restaban unas pequeñas operaciones de limpieza. Estas barbaridades las he escuchado yo de altos mandos del Ejército Español en la Reserva que -por supuesto- hace ya muchos meses que han dejado de intervenir en estos espacios de debate público. Uno no puede menos que preguntarse, ante tanta estulticia, si esa misma postura habría sido la mantenida por estos valientes soldados españoles en caso de un ataque marroquí a nuestro suelo. Qué asco, qué naúsea y qué vergüenza: ante una agresión exterior, lo mejor para una nación civilizada es rendirse para evitar el uso de la fuerza por parte de los invasores. Con teorías como esta, da miedo pensar en los planes de batalla de nuestro Ejército en caso de conflicto.
Y así ha ido pasando un mes tras otro: viviendo la mentira rusa sobre la victoria en esta operación especial y entristeciéndonos por las enormes pérdidas que sufre Ucrania día tras día. Tengo el convencimiento de que el mundo ya no es el mismo desde que, en el mes de Febrero, el Ejército Ruso atacó Ucrania. El mundo está cambiando vertiginosamente y lo malo -o lo bueno, vaya Usted a saber- es que no tenemos ni la más mínima idea del cuándo y del cómo va a terminar todo esto.