UN RADIANTE INICIO DE CURSO.
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Me lo dicen muchísimas veces... ¿por qué os preocupan tanto? ¿no podéis llevar una línea política determinada sin fijaros en los de al lado? ¿no puede cada uno ofrecer públicamente sus postulados de manera amistosa y pacífica? ¿no hay lugar para todos?
Yo creo que eso no es posible. Y no es posible porque existen tres organizaciones autodenominadas falangistas que están estorbando -de manera constante, ininterrumpida y consciente- cualquier esfuerzo tendente a la articulación de una alternativa nacionalsindicalista no sólo verdadera y sin adulterar sino, sencillamente, presentable y moderna. Nuestra imagen pública está nuclearmente contaminada por el discurso y por los avatares de estas pandillas increíbles. Pocas ideologías en el mundo -si es que hay alguna- ha sufrido los niveles de superchería e impostura de la nuestra. De esta manera, no se puede hacer política realmente falangista mientras que, al mismo tiempo, varias personas se dedican a defender -bajo los mismos símbolos y colores- posiciones ideológicas diametralmente contrarias a la tuya.
Por aquello de echar un poco de pimienta en el plomizo entorno político del llamado por los optimistas -que de todo hay en esta España loca de 2.021- nacionalsindicalismo o falangismo, me puse en contacto este verano con el Presidente de la Hermandad Nacional de la Vieja Guardia para recrear -en esta temporada política que se abría en el mes de Septiembre- las antiguas mesas de debate del CENS. La cosa era relativamente sencilla, tal y como le expuse al Presidente: mesas de debate con contertulios interesantes cada cierto tiempo, una evidente elevación del nivel cultural de esta clase de actos de la Hermandad, la afluencia asegurada de un público normal -y distinto del acostumbrado- y la absoluta despreocupación por mi seguridad personal al encontrarse ésta absolutamente garantizada por mis propios medios.
No le debió de gustar la idea al Presidente -reconozco que el CENS fue siempre un huésped incómodo en esa Casa- ya que, sin más, me bloqueó el WhatsAap. Para que luego haya voces malvadas que mantengan que el ejercicio ilimitado del poder dentro de un colectivo -mandato tras mandato- produce el efecto pernicioso de envejecer al interesado. A mí, por lo menos, me rejuveneció el ser tratado como un adolescente a través de un remedio adolescente: el bloqueo. ¿Qué narices va a envejecer el Presidente si se comporta igual que un jovenzuelo de dieciocho años?
No sé a vosotros, pero a mí todo esto me hace llegar siempre a la misma conclusión: el de estar muy lejos -en sus enunciados y en sus prácticas- de este peculiar conglomerado pseudopolítico. Por tanto, si tan lejos están y si tanta alegría ello me produce, lo lógico es que me fueran absolutamente indiferentes la vida y los milagros de esta alegre pandilla. Pero ya sabéis que lo creo imposible en este preciso momento.
Por desgracia, eso no puede ser al día de hoy. No nos pueden ser indiferentes porque -cada vez que levantamos públicamente la digna bandera de los principios del nacionalsindicalismo- los ciudadanos españoles nos identifican con estos: con los que más gritan. Nos identifican, irremediablemente, ya no sólo con una pasada Dictadura de cuarenta años, sino también con una uniformidad de opera bufa, con el guerracivilismo, con la homofobia, con la violencia, con las condenas penales por simple vandalismo y con la xenofobia.
Con todo eso, y con más, se está identificando a la Falange en la España del Siglo XXI. Y así será -por los siglos de los siglos amén- hasta que estas visiones desfasadas sean radicalmente apartadas de la vida pública y hasta que esta deformación esperpéntica y enfermiza de lo que somos no sea definitivamente erradicada. Por esta razón -un año tras otro- debemos estar insistiendo cansinamente en estas cosas y por esta razón -si bien la trayectoria personal de cada una de estas personas nos sea absolutamente indiferente- estamos obligados no sólo a seguir denunciando esta deleznable instrumentalización de nuestra doctrina y de nuestros símbolos, sino a procurar su desaparición efectiva de la sociedad española. Sin miedo y sin complejos.