SOLEDAR Y LOS AJUSTES DE CUENTAS
Los delincuentes del Grupo Wagner -después de una ofensiva de más de cinco meses- han conquistado el pueblecito de Soledar, la villa que es famosa por sus minas de sal. Resulta muy curioso esto del Grupo Wagner, y entiendo que sólo es posible un caso así en un Estado tan alejado de la idea del Derecho como lo es la Federación Rusa. Se trata de la compañía mercantil-militar privada que, al amparo de Wladimir Putin y de los servicios de información rusos, se ha hecho tristemente famosa por los expolios, saqueos, torturas, violaciones y asesinatos cometidos en distintas partes del mundo durante los últimos años. Una larga lista de crímenes jalona sus intervenciones, siempre bajo la cobertura del gobierno imperialista ruso: la primera intervención en Ucrania, Siria, Mali y otras y distintas partes de Africa. Siempre actuando en aquellos lugares en los que la Federación Rusa niega estar actuando, y constituyendo el brazo armado del intervencionismo exterior del Presidente Putin.
Sólo en un simulacro de Estado de Derecho como este una organización de las características del Grupo Wagner puede alcanzar tanto poder. Bajo el liderazgo del oligarca Yevgeny Prigozhin -antiguo empresario de catering del Presidente- y ante la perspectiva de una fácil victoria, el Grupo Wagner asumió un papel importante en la invasión del territorio ucraniano. Hace apenas un año, todos los figurones del Régimen se esforzaban por participar en esta infamia, arañando méritos y cuotas de poder frente a Putin y dentro de su aparato político-militar. Sin embargo, la pretendida campaña relámpago se ha convertido en una pesadilla para las fuerzas rusas: una larga guerra de desgaste que está terminando progresivamente con los recursos de la Federación.
Resulta asombrosa la trayectoria del Grupo Wagner después de estas derrotas. El pavoroso nivel de sus bajas -y la falta de reclutas capacitados- nos hizo asistir a un insólito espectáculo dentro de cualquier país moderno. Sin ningún complejo, la Compañía de Prigozhin procedió a un reclutamiento público de población penitenciaria rusa: se ofrecía a los reclusos el indulto si combatían en Ucrania con valor y lealtad, y se anunciaba sin recato la ejecución de aquellos de los penados que flaquearan o desertaran. Una sociedad mercantil tiene la facultad de conmutar las penas de prisión impuestas por los Jueces del Régimen Ruso, así como de poner a esos presos a luchar en las filas de un ejército privado dentro de una guerra extranjera y de asesinarlos si no cumplen con su compromiso.
La intervención de una compañía mercantil de seguridad en una guerra de su país debe tener -siempre y por lógica- un carácter complementario de la mera intervención militar. Por ejemplo, la empresa norteamericana Blackwater, que se ha ocupado en la lejana Afghanistán de la protección de algunos de los convoyes de suministros, ha liberado al Ejército Estadounidense de tener que afrontar con sus tropas esas tareas secundarias. Sin embargo, hemos podido ver como los asesinos del Grupo Wagner han asumido un papel preponderante en la guerra, realizando ofensivas, combatiendo en primera línea y adoptando decisiones estratégicas.
La ofensiva en el Dombás llevada a cabo por estos delincuentes tiene también una lectura política que ha sido puesta de manifiesto por algunos analistas militares: el peso de la derrota militar de Rusia ha erosionado la presunta solidez de su cúpula política. Han surgido voces críticas sobre la conducción del conflicto por parte de los señores de la guerra surgidos bajo la cobertura de la Federación. Por ejemplo, hemos podido ver a Kadirov -el líder checheno- exigiendo más mano dura frente a los ucranianos y hemos visto a Prigozhin contraponer los logros militares del Grupo Wagner a los de Ejército Ruso.
De esta forma, la operación militar sobre Soledar hubiera sido una trampa tendida sobre esta entidad mercantil. Putin se ha apoyado en su decidido partidario, el Jefe del Estado Mayor Valery Gerasimov, al objeto de ajustar cuentas y de cerrar filas. El Ejército Ruso -cansado de soportar las críticas del Grupo Wagner sobre la dirección de la guerra y contemplando con preocupación el aumento de poder de estos facinerosos- ha permitido que, durante meses, el Chef Prigozhin se ase en su propia parrilla de Bakhmut y de Soledar. El Grupo Wagner ha perdido miles de hombres -no se trata de ningún recurso narrativo: son varios miles los muertos tenidos por la Compañía- y de recursos financieros frente a la feroz resistencia ucraniana. No sólo han pagado con litros de sangre cada metro avanzado sino que, al mismo tiempo, han ido perdiendo cada vez más fuerza operativa. Cuando se produjo la toma de Soledar -anunciada por la propaganda del Kremlin como una gran victoria decisiva- confluyeron tres llamativas circunstancias: el ninguneo oficial sobre la participación del Grupo Wagner y la queja pública de sus miembros sobre la falta de suministros y de apoyo del Ejército, la progresiva sustitución de los miembros del destrozado Grupo por fuerzas militares rusas y la destitución del Jefe de las fuerzas rusas en Ucrania Sergei Surovikin y su relevo por el ya citado Gerasimov. Se ha consumado así el ajuste de cuentas sobre Prigozhin y se han cerrado filas en torno a Putin y a su Ministerio de Defensa. Al final, y una vez más, resulta que los derrotados son los rusos. Esta vez le ha tocado al Grupo Wagner a mayor gloria de una consolidación de fuerzas por parte de Wladimir Putin: ya no le gusta la cocina de Prigozhin.