SEGUIMOS SOÑANDO CON AIRES LIMPIOS Y HORIZONTES CLAROS.
Uno de los sentimientos más limpios y hermosos de nuestra vida es el que suscita el ejemplo y el sacrificio de Matías Montero. Desde un punto de vista emocional, siempre resulta muy gratificante escribir sobre nuestro primer caído del SEU: asesinado, en todo el esplendor de su juventud, por los pistoleros socialistas el 9 de Febrero de 1.934. Estamos unidos a Matías Montero por los lazos invisibles de nuestra Hermandad. Porque sabemos que él se marchó con la conciencia limpia y tranquila, y sin la vergüenza de tener que ver una Falange humillada y destruída en caudillajes enfrentados, en la deformación y en el engaño por parte de un poder reaccionario, en el bochorno y en la suplantación y en el propio beneficio al cobijo de nuestras flechas. Con la perspectiva del tiempo transcurrido, podemos constatar como Matías Montero se limitó a creer y a morir por una Falange que, ajena a sus futuras desventuras, amanecía para la vida política española.
Por esto mismo, no deja de resultarme doloroso el espectáculo anual que nos ofrece el actual SEU, profundamente vinculado a la extrema derecha a través de La Falange de Manuel Andrino. Una vez más, entre gestos hoscos y entre camiserío rancio, se ha sumergido a Matías Montero dentro de una amalgama siniestra de bengalas -luces tétricas en la oscuridad de un Madrid empobrecido- de extremoderechistas propios y extranjeros, de barato populismo racista y de gritos de odio guerracivilista. En definitiva, ayer se nos ha ofrecido un espectáculo más de la España inmovilista y reaccionaria por la que, sin duda alguna, no cayó Matías Montero.
Sin embargo, sigo pensando que uno de los pilares básicos de la recuperación de la alternativa nacionalsindicalista reside en los universitarios: en aquellos jóvenes cultos y valientes que, cansados de la mistificación de nuestra ideología, estuvieran dispuestos a enarbolar la bandera de un nacionalsindicalismo libre, soberano y al margen de toda usurpación. Unos universitarios que, saciados de principios adulterados y confusos, recuperen para la Falange las ideas rectoras de la Universidad Nacional y Popular: de la Universidad como uno de los ejes de la Patria liberada, autogestionada y revolucionaria.
En ese caso, los universitarios falangistas sabrían liderar la vanguardia de nuestro desarrollo doctrinal y de nuestro frente cultural. Ser -en las acertadas palabras de José Antonio- la gracia y levadura de la Falange. Mientras tanto, en tanto en cuanto no pongamos remedio a esta cuestión, nuestros universitarios seguirán irremediablemente vinculados al recuerdo incesante de 1.936, a la nostalgia de la Dictadura, a la inaudita emulación de la extrema derecha europea, al mimetismo filofascista y al negacionismo nacionalcatólico: a una Falange de continente sin ningún contenido.
Nosotros seguimos soñando con nuevos horizontes y con cielos claros y azules. Nosotros seguimos formulando respuestas para los problemas de una juventud sin esperanza. Nosotros seguimos siendo falangistas dentro de un mundo cada vez más oscuro y oprimido. Una luz en medio de la niebla que se enciende -a diario- contra viento y marea.