QUE VAS A CABALLO DEL FIN DEL MUNDO...
Para tí, que vas a caballo del fin del mundo... ("Para Tí". Fernando Márquez. 1980).
Gracias a Wladimir Putin, el espectro de un ataque nuclear vuelve a planear sobre una aterrorizada Europa. Después de la pantomima de las votaciones realizadas en el este ucraniano, el Régimen Ruso amenaza -una vez más y de forma reiterada y cansina- con el uso del armamento atómico en defensa de su integridad territorial. Es antológico el discurso de Putin en su baño de masas de la celebración de las nuevas anexiones: Rusia defiende sus valores frente a un Occidente decadente regido por gays, transexuales y drogadictos. La operación especial de desnazificación se ha convertido -a los siete meses de su inicio- en una guerra defensiva de los principios y de los territorios de Rusia. El trilero de Putin convierte al invasor en invadido y al agredido en agresor.
Un rancio pedante con ínfulas de también pedante erudición -integrante de los círculos habituales del fraudefalangismo- me decía el otro día que se había afiliado a Rusia Unida, el partido político de Wladimir Putin, porque quería ganar batallas. Lo que tienen todos estos es que -de lo cultos que te quieren parecer- no se sabe nunca demasiado bien si están hablando en serio o si -por el contrario- intentan demostrar un humorismo inteligente para el que, obviamente, distan mucho de estar dotados. Cosas de los ultras y de su inquebrantable fe en el Russkiy Myr.
Sin embargo, y a pesar de los sueños euroasiáticos de esta alegre pandilla, las batallas no las está ganando Rusia.
Las miles de bajas habidas en Ucrania deben ser suplidas por un Decreto de Movilización que, de manera apresurada y chapucera, intenta poner rápidamente en guerra a trescientos mil reservistas -incluso más- para tapar las brechas abiertas por las Fuerzas Armadas de Ucrania en los frentes de combate. Las imágenes que nos han llegado de estos reservistas nos muestran la verdadera cara -esa sí- del Mundo Ruso: cincuentones barrigudos mal armados y nulamente adiestrados en el arte de la guerra moderna, colas de jóvenes, intentando escapar de los clarines de la gloria, atascando las salidas fronterizas de Rusia, presos y borrachos, campesinos de las lejanas repúblicas orientales de la Federación y el enorme cabreo de Kadirov. Todo eso -y mucho más- nos muestra el nuevo capítulo de este monumental despropósito.
Cuando Putin habla a su pueblo de victorias uno no sabe bien a qué se está refiriendo. Yo creo que considera una victoria cada día que pasa en el poder sin que nadie se atreva a exigir la más mínima responsabilidad por las decenas de miles de muertos y heridos rusos en Ucrania, además de por los miles de millones de dólares malgastados, por la terrorífica crisis económica que se cierne sobre la Federación y por los crímenes de guerra cometidos con el pueblo ucraniano. Esa es la verdadera victoria en Ucrania del Régimen de Putin: sobrevivir pese a todo eso.
Supongamos que los rusos consiguen alistar a estos centenares de miles de soldados. A esta gente hay que vestirla, hay que alimentarla, hay que armarla de manera eficaz y moderna y hay que atender a las necesidades más elementales de su logística militar: sanidad, correo, administración y adiestramiento. A nadie se le escapa que eso, en las actuales circunstancias, es ciencia ficción. Rusia ha perdido la guerra hace ya meses pero esta verdad -tan indudablemente devastadora para el aparato político-militar que se esconde bajo las cúpulas del Kremlin- no se puede asumir sin provocar un cataclismo dentro del actual Régimen Ruso. Por esta razón, la Dictadura rusa ha optado por la huida hacia adelante, y por implicar a cada vez más sectores sociales y económicos en esta barbaridad sangrienta.
Al tiempo que escribo esta columna, los ucranianos acaban de liberar Limán y siguen avanzando hacia el Este. Además, se están consiguiendo pequeños pero decisivos triunfos en el difícil frente de Jersón. Se va cerrando el cerco militar sobre el Régimen de Putin y el riesgo de la utilización táctica de las armas nucleares es -hoy en día- el más alto de la ya larga historia de este arsenal diabólico. Europa se aproxima a un holocausto radiactivo de la mano de este impresentable y -de una manera cada vez más clara y comprensible- se abre camino la idea de que esta guerra sólo terminará con una contundente y definitiva derrota del Régimen Ruso. Frente a la diaria amenaza proveniente del Este -en la que me temo que tenemos muy poco que decir- tan sólo nos queda la firmeza: la férrea determinación de no ceder ante las imposiciones imperialistas de un Dictador sonado, así como la seria voluntad de seguir apoyando a Ucrania en este combate por la libertad de toda Europa.