PODEMOS O LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

26.05.2016

Se anunciaba fascinante esta época de cambio en España. Vientos de cambio y tiene que llover a cántaros y demás señales de los tiempos nuevos. La ruptura del bipartidismo y la irrupción de las fuerzas políticas de nuevo cuño, nacidas al calor de la más dura recesión que haya sufrido nunca el capitalismo. Nuevas formas y hábitos que venían a transformar el oxidado e inoperante parlamentarismo en un instrumento político más cercano y eficaz. Eso se pensaba, al menos, hasta las Elecciones de Diciembre.

Porque el espectáculo ofrecido por todos los partidos políticos -sin excepción- desde los últimos comicios ha sido el más infecto, vomitivo y sucio de los muchos que, a lo largo de nuestra maltratada Historia, ha sido capaz de ofrecer la partitocracia española. Y eso que nuestros políticos son únicos a la hora de brindar al mundo un catálogo variado de bochornos y sinvergonzonerías. En estos meses se han superado a sí mismos, y nos han regalado -dicho aquello como licencia literaria porque estos, como ya sabemos, nunca regalan nada- las escenas inolvidables de un indecoroso culebrón.

No son capaces de ponerse de acuerdo por el supremo interés de la Nación. No son capaces de alcanzar sencillos acuerdos que hagan a España mínimamente gobernable en medio de la gélida ventisca de una recesión que no termina. Con este no me siento y con este tampoco. Ruedas de prensa diarias e históricas. Grandes acuerdos de gobierno de minorías exiguas. Histrionismo de abrazos y palmetadas en la espalda y sonrisas forzadas. Con este sí pero contigo no. Y toda una corte de columnistas, articulistas, periodistas y pseudoperiodistas, cadenas de televisión, programas y programitas riéndoles las gracias todos los días. Presentando ante la opinión pública acontencimientos verdaderamente bochornosos como eventos loables y genuinamente políticos. Mierda consciente y constante sobre esta pobre España: cuidadosamente esparcida entre todos y sobre todos.

Ahora, vamos a unas nuevas Elecciones. Junio 2.016 y otra vez ante este espectáculo. Izquierdas y derechas despedazándose sobre el desempleo y sobre la miseria de los más débiles, y sobre la total pobreza de una parte importante de nuestros compatriotas. Pocas veces se hecho más patente la falta de sentido de estos anticuados conceptos políticos de izquierdas y derechas que, envueltos en la ineficacia propia de los egoísmos particularistas, han demostrado no ser válidos para cubrir las necesidades de la Nación en este preciso momento histórico. España se divide entre los que se encuentran desvalidos y entre los que no lo están: entre los que mandan y entre los que nada deciden. Entre los desposeídos, como decían los marxistas de verdad, y todos los demás.

Aquí no vamos a ver ningún cambio. Tampoco nada mínimamente parecido. Por mucho que nos quieran seguir haciendo el timo de Podemos ya no nos lo creemos. Nos van a volver a hacer un Podemos... como se diría en el más perfecto y castizo castellanocheli. Este timo consiste en hacernos pensar que una profunda transformación política, social y económica es posible en España. Y que, como se puede hacer y como hay voluntad de hacerla, Podemos se va a encargar de encabezar este proceso. Esto es un escarnio flagrante, y una burla a todos aquellos españoles que, de espaldas a esta Monarquía de chimpún y pandereta, engrosan resignados las colas del INEM.

Se ha llegado a un acuerdo entre Izquierda Unida y Podemos. Anuncian la ansiada unidad de la izquierda para transformar la sociedad. Sin embargo, esta pretendida izquierda no es más que una ilusión: una Revolución sin Revolución enfangada en el sectarismo, la nunca asumida ignorancia, la infinita cursilería -nada hay tan cursi en el mundo mundial como la izquierda española- y la total ineficacia en la gestión de los asuntos públicos. A un año de los llamados Ayuntamientos del Cambio, nos podemos hacer una idea de lo que trae Podemos en su macuto. Y es nada. Nada salvo un gran abanico de medidas cara a la galería, de un total desconocimiento respecto al funcionamiento presupuestario de una corporación municipal, de unos más que alarmantes grados de incompetencia y de un florecimiento de los viejos temas de la extrema izquierda pasados ahora, eso sí, por el tratamiento de blanqueo de las grandes empresas de la comunicación.

Colau, Iglesias o Quichi no son más que los extremoizquierdistas de siempre -nuestros viejos amigos de la izquierdona más rancia y guerracivilista- si bien convenientemente barnizados por Mediaset. Ni ellos mismos se terminan de creer que los serios y sesudos comentaristas parlamentarios de muchos de los principales medios de comunicación españoles les estén tratando en serio: que los analistas políticos habituales -en la tan española hipocresía social de inclinarse a favor de viento- comenten sus propuestas como si se tratara, en efecto, de posiciones políticas serias y meditadas. Porque uno ya no sabe qué es lo más chusco de todo este sainete: si la extrema izquierda jugando al sentido del Estado o si todos aquellos analistas que, advirtiendo tan perfectamente como advierten la insolvencia cultural y política de esta banda, les vienen a tratar públicamente como si fueran gente seria.

Podemos se presenta ante la ciudadanía española como una alternativa real a este modelo político: como un movimiento que, de carácter transversal, tiende a recoger los anhelos y los ideales de las luchas ciudadanas surgidas del 15-M. Sin embargo, no se recordaba en nuestra Historia una pandilla tan ansiosa de entrar en las instituciones como esta. Al menos desde los flamencos que acompañaron a Carlos V en su llegada a España. Iglesias es como Adriano de Utrecht pero en sucio y sin la grandeza cardenalicia de ese recordado felón. Porque Podemos no es más que un conglomerado de individuos agrupados en torno a una única finalidad: la de conseguir y acaparar poder y cargos públicos. Un gang sin escrúpulos concertado para asaltar las instituciones con unos fines y objetivos políticos muy poco claros. Quieren tomar los Ministerios más sensibles, quieren el CNI, quieren el control de la Administración Tributaria y quieren el control de las distintas Policías. Y eso envuelto en una gris ideología de lugares políticos comunes, en un revanchismo histórico, en una inoperancia para la gestión ordenada de los asuntos públicos y en una total inercia ante los múltiples problemas de orden económico que los Estados modernos plantean de forma cotidiana. Podemos es estatalismo y es corrupción. Es un doloroso parcheo sobre nuestros problemas más graves sin llegar a erradicarlos. Banca Pública al lado de la Banca Privada, anticlericalismo antediluviano, colocación -sin rubor alguno y en un absoluto alarde de indisimulada jeta- de amigos y parientes, y muy poquito más.

Grecia nos ha ofrecido una importante lección política. Que no hay nada peor para una Revolución que, al final, los que tienen que hacerla no la hagan. Eso es lo que ha pasado con Syriza y con Alexis Tsipras. Cuando no se sigue hasta el final, de forma resuelta y consecuente, con un proceso revolucionario, no sólo resultan frustrados los anhelos de transformación de una enome mayoría social, sino que se originan unas consecuencias demoledoras de contenido económico y social. Esa es la consecuencia de querer enfrentarse a la Unión Europea dentro del terreno de juego y con las reglas de la propia Unión Europea. Una Revolución exigiría la valentía de querer hacerla. La transformación revolucionaria de España requiere la voluntad resuelta de desmontar hasta sus cimientos el modelo capitalista, así como de no jugar con las reglas económicas y políticas marcadas por la Unión Europea. El cambio requeriría alterar la titularidad de los medios de producción y eliminar la Banca Privada. Y como Podemos no va a hacer ni una cosa ni la otra, no es más que otra traición -otra de las muchas- hecha al pueblo español por parte de nuestra izquierda más indocumentada. Otra Revolución traicionada y otros sueños que se están quedando en el camino. Y más de cinco millones de españoles que verán frustrados sus lícitos anhelos de cambio.  

Pedro Peregrino - Calle la provincia 5. Burgos. 09128
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