MEJOR EN OTRO HOTEL QUE NO SEA VINCCI.
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En un sistema democrático -aunque sea tan imperfecto y limitado como el nuestro- las empresas hosteleras son plenamente libres de concertar la utilización de sus espacios con quienes tengan por conveniente. Eso es lo que ha hecho la Cadena VINCCI al permitir el empleo de su espacio por los grupos de extrema derecha que, con la excusa de mostrar su oposición a la recientemente anunciada Ley de Memoria Democrática, contribuirán -un poco más- a la confusión existente en la sociedad española en torno a los símbolos, colores y postulados políticos del nacionalsindicalismo.
Una vez más, nuestra querida Bandera Roja y Negra será instrumentalizada en el negro lodazal del populismo más ramplón y ultraderechista: otro hito más del más cutre guerracivilismo y del odio más inmisericorde hacia todos y hacia todo.
Pura lógica del mercado hotelero: un Hotel oferta sus espacios y alguien se los alquila por un precio y por un tiempo determinado. Nada que objetar: así ha actuado la Cadena VINCCI con los ultras, permitiendo la utilización de sus espacios para la celebración de un acto político de carácter fascista. El Hotel VINCCI no puede oponer ignorancia o desconocimiento acerca de este hecho ya que -desde su misma convocatoria- hemos puesto a su disposición toda la información de la que disponemos concerniente a los oradores falsofalangistas y a los grupos que hace lustros lideran, así como la relativa a los postulados pseudopolíticos que van a defenderse en el acto público concertado con su establecimiento. El Hotel contrata con los organizadores de este aquellarre negro con pleno conocimiento de las -digamos- peculiares características de los mismos. Y también se les ha avisado de la posibilidad de extender la responsabilidad -responsabilidad civil subsidiaria- a esta Cadena siempre y cuando lo que se diga dentro de sus locales pueda ser tipificado y perseguido como delito de odio conforme a nuestro Código Penal. Ese ya no sería asunto nuestro, sino de la ya notificada Fiscalía de Odio y de la calificación que pudiera hacer de los hechos.
Conocimiento y absoluta falta de respuesta -silencio absoluto- a pesar de que este hecho se haya puesto en conocimiento de la Delegación del Gobierno, de todos los Grupos Políticos del Ayuntamiento de Málaga y, en concreto, de su Concejal de Seguridad Ciudadana, de la Policía Local de Málaga, de la Fiscalía de Odio de Málaga, de distintas y acreditadas asociaciones memorialistas, de medios de comunicación local y nacional y de algunos sindicatos. A la Cadena Vincci todo esto le trae absolutamente al fresco. Y están en su derecho.
Sin embargo, también es cierto el dato de ser una democracia -aunque sea tan imperfecta y limitada como la nuestra- un modelo basado en un delicado equilibrio de derechos y deberes recíprocos. Y así, del mismo modo que un determinado establecimiento puede contratar con aquellas personas que prefiera, también los eventuales clientes de un hotel pueden -como no puede ser de otra forma- elegir aquel que se puede utilizar dentro de los posibles. Nuestro más consolidado derecho a la elección de hotel, como dirían los clásicos.
Por eso -y aunque yo esté ridículamente en soledad y mi fuerza no pueda inclinar hacia ningún lado el platillo de la balanza- yo no voy a utilizar nunca la Cadena Hotelera Vincci. Ni en Málaga ni en ningún otro sitio. Porque es una simple cuestión de criterio: no me gustan aquellas empresas que -por un puñado de euros- favorecen la difusión de las ideas de organizaciones de ultraderecha, amparan la celebración de sus actos públicos y, en definitiva, hacen vanos los esfuerzos de todos aquellos ciudadanos que pretendemos erradicar estas opciones de la vida pública española. Las mismas opciones que van a ser defendidas desde los salones del Hotel Vincci de Málaga.
Quiero creer que muchos clientes potenciales como yo -Málaga es un lugar al que, por suerte, siempre tiene uno que volver por placer o por trabajo- no se encuentren cómodos en establecimientos cuya dirección demuestre tener tan curiosos criterios selectivos sobre el derecho de admisión. Personalmente, no quiero tener nada que ver -ni aunque sea por un par de noches- con una empresa que está favoreciendo aquellos postulados públicos y principios políticos a los que detesto.
Desde luego, mejor en otro hotel que no sea Vincci.