LOS HIJOS DE TODOS
Resulta desgarradora la imagen de Aleksandr Duguin llorando sobre la autopista ante el cadáver carbonizado de su hija. Es difícil -aún no habiendo tenido hijos- no empatizar con ese profundísimo dolor y con esa infinita pena. Las imágenes no nos muestran ya fríamente al conocido publicista de ultraderecha: nos enseñan la cruda verdad de la guerra y de la muerte, así como el rostro humano de la desgracia y de la desolación.
Hace mucho que las guerras no se libran tan sólo en los frentes de combate. Miles de padres ucranianos han perdido a sus hijos de una forma tan brutal como la de la muerte de Daria Dúgina pero -por desgracia- sin su repercusión mediática. En este mismo momento, sin ir más lejos, están asesinando a la hija de alguien en alguna ciudad ucraniana. Guerra sin frentes que nos afecta a todos y que a todos conmueve. Una guerra de agresión justificada, en un siniestro y mortal círculo vicioso, por las ideas públicamente sostenidas por el propio Duguin y por su hija.
El atentado de Moscú ha abierto importantes incógnitas, y todas ellas terriblemente interesantes para la marcha de la Guerra. Escuchaba el otro día la tertulia que el genial Jordi Llátzer organiza semanalmente en el Canal "Por Tierra, Mar y Aire" de Youtube para tratar sobre el curso de la invasión. Siempre cuenta con la asistencia de dos serios y muy informados expertos: Lucas Martín y Juan Luis Chulilla. Este programa es de visión casi obligada si se quiere tener una idea exacta e imparcial de la situación.
El caso es que, comentando la muerte de Dúgina, estos analistas abrían la perspectiva de alguna clase de pugna entre clanes que se esté desarrollando en Rusia. En concreto, y ante la total opacidad del Régimen de Putin, se contempla la posibilidad de un mensaje envíado por el partido de la paz al partido de la guerra en plena capital de la Federación. También, y siempre interesante y siempre posible tratándose de política moscovita, se teoriza sobre la eventualidad de que no sea más que un vulgar ajuste de cuentas entre bandas del crimen organizado ruso. Sin olvidar que el crimen ha sido reivindicado por la resistencia rusa.
Posiblemente, no vayamos a enterarnos nunca de la realidad exacta de los hechos como casi siempre que, de manera más o menos contundente, interviene el FSB. El todopoderoso Servicio Federal de Seguridad de Wladimir Putin.
Lo triste del caso es que, una vez más, se demuestra que nadie está salvo en la guerra moderna. Una vez que se inicia el conflicto, todo el conjunto de la población es considerado como un posible objetivo militar: ancianos y enfermos, periodistas y médicos, los niños y sus madres y los demás ciudadanos civiles. Ucrania es una buena muestra de ello. Las bombas rusas caen a diario sobre sus pueblos y ciudades, y se llevan por delante toda clase de vidas y haciendas. Este ha sido el caso de la malograda Daria Dúgina, periodista muy popular afín a Putin y que se había caracterizado por la virulencia en su postura respecto a Ucrania y a los ucranianos. Daria Dúgina instaba a la Dictadura de la Federación a una mayor contundencia frente a Ucrania y a un mayor compromiso de la sociedad rusa en relación con la invasión: se ha convertido en una víctima más de la guerra que ella y su padre se habían ocupado de promover a través de sus intervenciones.
Duguin no tiene, en absoluto, el nivel de influencia en el Kremlin que los medios de comunicación vienen últimamente afirmando. Sin embargo, toda agresión imperialista llevada a cabo por Rusia bajo la autocracia de Putin se ha querido adornar con la chatarra filofascista de Euroasia, de la Cuarta Teoria Política, del mesiánico renacimiento ruso y de la luz que alumbra al mundo desde las cúpulas moscovitas. Las sandeces dictatoriales de Duguin. Cuando Rusia atacó a Ucrania en 2.014, Duguin mostró su firme oposición a la línea de guerra híbrida seguida por Putin, pidiendo una mayor contundencia militar en apoyo de las Repúblicas artificiales del este ucraniano. Duguin quería una guerra y así la exigía a todo aquel que le escuchase. Ucrania no debía existir como nación libre y soberana, y solicitaba su anexión sin contemplaciones a este nuevo Imperio de cartón piedra, muerte, purpurina y viudas.
Estos días me he acordado de Fernando Pessoa y de su visión esotérica de la llegada del Quinto Imperio. Pessoa supo conectar con aquel resorte hipnótico y ocultista que presagiaba el sebastianismo y un nuevo papel de Portugal en el mundo. Pessoa era un genio singularísimo. Nada que ver con el esoterismo plúmbeo de Aleksandr Duguin. Porque a toda persona bien nacida ha conmovido su dolor pero, sin embargo, ello no le priva de que yo le siga considerando el autor de tochos infumables, confusos, reiterativos, pesados y francamente fascistas que han justificado, y así lo seguirán haciendo, la política imperialista rusa. Una vez más, los acontecimientos históricos han terminado devorando a sus protagonistas, demostrando que no se puede estar al margen del dolor una vez que empieza a rodar la pelota de este partido sórdido. Descanse en paz Daria Dúgina.