LOS EJEMPLOS DE FELIPE PÉREZ
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Reconozco que en 2.018, y al menos que yo sepa, todavía no he conocido a ninguna persona intersexual. Todo se andará. A las que sí que he tenido el gran honor de conocer es a personas que pueden ser clasificadas -qué feo a veces es eso de las clasificaciones cuando se trata de personas- como gays, lesbianas, transexuales y bisexuales. Todas ellas, de muy variada procedencia y formación, coinciden en una única cosa que, aunque aislada, no deja de tener su importancia en el asunto que tanto nos está ocupando estos días. Todas ellas son -de manera indudable y tajante- mejores personas que Felipe Pérez. Son personas honestas consigo mismas, valientes frente al mundo y tremendamente luchadoras. Personas que, al contrario del aludido, vale la pena conocer.
Para los que todavía no os habéis enterado, Felipe Pérez es ese fascista que -disfrazado en la falsa apariencia de respetabilidad que le confieren unos de los cincuenta y tantos años peor llevados que he visto en mi vida- se permite dar rienda suelta a su homofobia intimando, al tiempo y con una pésima educación, a nuestro Presidente Fano Dacal a que abandone el Movimiento Falangista de España a raíz de nuestro apoyo público al colectivo LGTBI. La carta no tiene desperdicio y os aconsejo su atenta lectura. Muestra, sin lugar a dudas, a qué tipo de personas nos estamos enfrentando desde hace años con el único fin de hacer del falangismo algo cómodo y habitable. En uno de sus momentos de sobria lucidez, Felipe Pérez ha vuelto a hacer un favor al falangismo mostrándonos, una vez más, qué es lo que no debemos hacer y qué es lo que no debemos ser. El ejemplo siempre a sensu contrario del también siempre feroz Pérez y de su extraña perspectiva de las cosas.
Hablemos de Memoria Histórica: otra de esas cuestiones que emborracha a Felipe Pérez llenando su enorme corazón español de patriotismo. Hablemos de cuando en 2.005 quisieron hacer de FE-La Falange una finca de recreo para unos pocos y entre unos pocos. Se ha escrito mucho sobre aquello, pero cada vez menos gente sabe lo que de verdad ocurrió. La verdad es que ya no le importa a nadie pero, a los efectos que nos ocupan hoy, debemos recordar que el fascista Felipe Pérez estuvo donde estaban entonces los fascistas: apoyando a una Junta Nacional ilegal e ilícita que quería entregar la Falange a esa cosa que se llamaba Frente Nacional que, por cierto, era algo idéntico a lo que han formado ahora los amigos de nuestro amigo. Creo recordar que era el Secretario General de aquel invento.
Pues bien, podéis creerme que nadie ha servido más eficazmente al falangismo que el Secretario General Felipe Pérez contestando a las preguntas de los Letrados que defendíamos entonces a la Junta Nacional de FE-La Falange. Cometió tal cúmulo de errores de bulto, demostró tanta ignorancia sobre las materias que estábamos tratando en un juicio que duró más de siete horas, mintió en tantas cosas con tanta torpeza y perjudicó tanto a su causa que los Letrados asistentes, extrañados, nos mirábamos los unos a los otros pensando en que aquello no podía estar pasando.
Un testigo tan fundamental de la Junta Nacional de Cantalapiedra -aquel que tanto bramaba en los foros interneteros sobre la ilegalidad de nuestra posición- la estaba cagando tan a conciencia que, en puridad, aquello podía deberse a muchos motivos: desde una simple borrachera -todo podía ser- pasando por un total desconocimiento de lo que debe ser la vida interna de un partido hasta una, sin más, absoluta ineptitud para el ejercicio de un cargo. Sea lo que fuera lo que pasó, el caso es que ese día -el primer día que pude hablar con él profunda y tranquilamente pidiéndole explicaciones sobre las barbaridades que se habían cometido bajo su dirección- supe en qué consiste el no ser falangista y en qué no debe basarse la Secretaría General de cualquier partido político.
Esas son las únicas lecciones que nos puede ofrecer Felipe Pérez. Esas precisamente. Y no las que, con cuatro frases mal juntadas, pretende inmiscuirse en nuestro pequeño partido y amenazar a nuestro Presidente con todos los males del infierno si se queda en el MFE. Muy bien lo debemos estar haciendo cuando el terrible Pérez decide romper su sagrado descanso dominical y endiñarnos el rollo que nos ha endiñado.
Cada vez que se enfada nos alegra el día. Me dice en su carta -cómo les gusta a todos estos el tiro por elevación- que el falangismo se ha unido en un 99% en mi contra. Eso no sólo es algo que me gusta mucho, sino también es un factor de acierto tanto en mi pensamiento político como en el del resto del MFE. No es fácil tener enfrente a esos nombres tan brillantes unidos en la causa común del antitoledanismo. Sobre todo cuando me sigo conservando tan bien y cuando sigo opinando lo que me da la gana y cuando sigo propugnando las cosas que siempre he propugnado. Sin problemas y cada vez más encantado de conocerme. Felipe Pérez no se da cuenta que existe una raya trazada hace años entre las dos posibles y únicas visiones de esta historia. Y que muchos nos alegramos -día tras día y con feliz contumacia- de no compartir ya plato y mantel con todos aquellos que tan concienzudamente nombra. Y lo de plato y mantel no va con segundas Felipe.
Debería darse cuenta -entre tanto efluvio y euforia domingopatriótica- que esa sandez nos alegra el día: tanto a mí como al resto de camaradas del MFE que Pérez trata de ningunear con sus pseudoteorías conspiratorias. Dice Felipe Pérez que el MFE es Nacho Toledano, y que la gente que se reúne periódicamente en Tribunas, reuniones y demás actividades propias de nuestra pequeña organización son manejadas por mí en mi propio interés personal. En otras palabras: que el MFE es igual que las organizaciones en las que él ha militado. Un Jefe listo e infalible y un conjunto de militantes dóciles. Justo lo que no es el MFE, alejado de los esquemas fascistas de pensamiento y de organización.
Y es que Felipe Pérez es un fascista. Eso no lo digo yo. Lo proclama orgullosamente él mismo. Por eso uno no acaba de comprender demasiado bien qué es lo que hace opinando acerca de la Falange y de los falangistas. También es un homófobo, a tenor de lo que ha escrito acerca de nuestro apoyo al Colectivo LGTBI -casi siempre más fuerte, honesto y valiente en sus actuaciones públicas y privadas que todos estos barrigones amenazantes e impúdicos- y también es muy maleducado y muy cobarde ya que, desde pequeños, se nos ha enseñado siempre a referirnos directamente a aquella persona a la que criticas. Es una sencilla cuestión de buena educación. Me extraña que, con ejemplos como este, se sigan preguntando una y otra vez por qué el Eje fue estruendosamente derrotado en Europa. Tal vez sea otro de los ejemplos a sensu contrario que nos ofrece tan divertido personaje... como van a ganar haciendo gala de esa misma mala educación de la que presume Felipe Pérez?
Llevo diciendo desde hace varios años ya -desde que me dí cuenta de ello- que las personas que más critican mi actuación son, a la postre, las personas que peor llevan aquello de vivir. Personas que, fuera de nuestro entorno político cada vez más chato, no serían escuchadas ni -tan siquiera- tenidas en cuenta a la hora de forjar sólidas opiniones sobre algo. Personas con las que te cruzas un día en una calle y ya no vuelves a ver más. Por eso, no deja de sorprenderme que una persona como Felipe Pérez pierda su tiempo en dedicarme/dedicarnos unas líneas que, sin duda alguna, no le ha resultado fácil escribir. Perder tanto tiempo en nosotros, a lo mejor, no es más que otra demostración práctica del indudable acierto de nuestras posiciones públicas.
Antes os he contado la batallita del Juicio en el que nuestro Felipe vino a declarar como testigo. Recuerdo que, cuando la Vista terminó y pudimos relajarnos un poco, mi Procuradora preguntó refiriéndose a Pérez... ¿pero este tío... quién es? sin duda asombrada y todavía noqueada -la felicidad de la gente normal que no es falangista ni pretende serlo- por lo que acababa de ver. Resultó demoledora la contestación de uno de los abogados que me acompañaban señalándole con el dedo en una educadísima voz baja: ¿este? No es nadie que yo sepa.