LA FALSA ILUSIÓN DE UNAS SANCIONES.
Se ha anunciado la apertura de un Expediente Sancionador, frente a las organizaciones extremoderechistas Falange Española de las JONS y La Falange, derivado de la presunta vulneración de los postulados de la reciente Ley de Memoria Democrática -por parte de estos grupos ultras- en las conmemoraciones del 20 de Noviembre. Se ha nombrado instructor de este Expediente a la propia Subdirectora General de Memoria Democrática. El repulsivo espectáculo ofrecido por estas organizaciones en el aniversario anual de la muerte de nuestro Fundador puede traer, al final, consecuencias adversas para estos mixtificadores. Debatida una cuantiosa multa, constituiría el elevado precio de abrazar al fascismo haciendo el facha y tergiversando irremediablemente el sentido profundo, popular y democrático del nacionalsindicalismo.
La clara poesía de las cosas sencillas se esconde en los versos de la libertad. La ecuación no puede ser más simple: el que atenta contra la convivencia tranquila de sus conciudadanos -y el que no sepa explicar una oferta política sin una absurda y violenta gesticulación- será sancionado.
Vendrán los llantos y las monsergas de siempre: las furiosas diatribas dirigidas a un público cada vez más escaso y cada vez más desalentado. Pero que nadie se equivoque. Esta gente no va a ser expedientada por hacer un homenaje a José Antonio -tal y como van a repetir mil veces- sino por hacer demostraciones públicas propias de la más acendrada y cerril ultraderecha populista. Esta gente no va a ser objeto de esta acción sancionadora por hacer una pública profesión de falangismo. Eso lo hacemos muchas personas cada día sin la más mínima limitación o cortapisa. Lo que va ser objeto de este Expediente no tiene nada que ver con el nacionalsindicalismo sino con aquello en lo que -profundamente contrario a nuestras líneas políticas- consisten las falsas banderas, las bengalas, los anticuados uniformes, las botas y las boinas negras, las violentas actitudes falsamente marciales, el indisimulado guerracivilismo, los gritos de rabia y los gestos de saña, los desfiles y los rostros crispados por el odio. Lo que pretende sancionarse es justo lo contrario a lo que propugna la Falange.
No os niego que esta clase de iniciativas también puede contribuir decisivamente a la erradicación de estas supercherías de nuestra vida pública. Creo que cada vez que estos actos se celebran -y que son cubiertos por los medios de comunicación- se ayuda a sepultar, todavía un poco más, a nuestra alternativa política en un sepulcro de incomprensión y de desprecio. El falangismo no podrá resucitar -ni desplegar todo su inmenso potencial revolucionario- en tanto en cuanto no evitemos que nuestras siglas y nuestros símbolos sean utilizados por la extrema derecha fraudefalangista. Este festival anual del fascismo siendo -como es- la máxima expresión de la ostentación militante de la extrema derecha en España, contribuye enormemente a la deformación pública de nuestras propuestas: no sólo es ridículo, sino políticamente pernicioso. Y aunque los responsables de estos grupos proclamarán -siempre vociferantes y ruidosos- que nada va a frenar su lucha y que combatirán contra cualquier iniciativa sancionadora que venga de las instituciones del Estado, lo cierto es que atacar sus inestables finanzas por medio de multas cuantiosas puede contribuir -de manera radical y decisiva- a su extirpación de la vida española y a su desaparición definitiva.
Sin embargo, me temo que todo esto quedará en nada y que, tal y como nos tiene acostumbrados el Gobierno de Sánchez, no se tratará más que de un aparatoso fuego de artificio este año electoral de 2.023. Porque, aunque los responsables fascistas manifiestan constantemente ser objeto de una persecución por parte de lo que, conspiratoriamente, denominan el sistema, lo cierto y verdad es que se encuentran todos ellos muy lejos del acoso oficial que dicen padecer. Los Jueces de este mismo sistema les benefician reiterada y contumazmente: autorizan sus actos públicos, permiten su concurrencia electoral y suavizan su régimen penitenciario. De ahí que esta persecución no sea más que un mantra de consumo interno y de muy poca credibilidad fuera de estos entornos. Al final -tiempo al tiempo- esto no va a traer más consecuencias que una insospechada publicidad respecto a la actuación de estos grupos de ultras. Más basura acumulada sobre el ya atestado estercolero de España.