LA CUESTIÓN DE LA PROPIEDAD PRIVADA EN EL NACIONALSINDICALISMO.
El objetivo final del nacionalsindicalismo no es otro que la destrucción del sistema capitalista y su sustitución por un modelo más justo, humano y solidario. La destrucción del sistema capitalista vendrá dada por tres hitos fundamentales de carácter revolucionario: la abolición de la propiedad privada burguesa y la correlativa sindicalización de los medios de producción, así como la extinción del actual modelo bancario y crediticio. Esto no debiéramos ni tan siquiera recordarlo. Sin embargo, la deformación de nuestra propuesta política llevada a cabo por los usurpadores de la Revolución ha sido tan grande que -sin duda alguna- es nuestro deber explicarlo una y otra vez. Explicaciones necesarias toda vez que nuestra doctrina -incluso por los que dicen defenderla- es reiteradamente tergiversada, incomprendida y malinterpretada.
Y es que, de manera absolutamente incorrecta, se ha venido manteniendo que el nacionalsindicalismo viene no sólo a defender -sino a incentivar- la propiedad privada en su forma actual. Esta afirmación parte de una premisa errónea: la de que el falangismo está propugnando la defensa a ultranza de las formas burguesas de propiedad. De esta suerte, y según los peculiares exégetas de nuestra doctrina, la Falange vendría a limitar la extensión y los beneficios del capitalismo en interés de los trabajadores, y ello mediante instrumentos de planificación estatal de corte patriótico y paternalista. Una especie de capitalismo de rostro humano. Esto, como tantas y tantas cosas, no es más que una sencilla -por ignorante- barbaridad política. Se leen muy mal los textos fundacionales y no se leen lo suficiente las obras que los desarrollaron. Esto viene a aumentar -más si cabe- la confusión pública sobre nuestros objetivos políticos.
Nosotros venimos a realizar sobre España una profundísima transformación que -en nada- tiene que ver con lo preconizado por estos sectores conservadores o ultraderechistas. Frente al marxismo -o frente a lo que dice ser marxismo y que es tenido por tal por los impostores fraudefalangistas- se nos alerta de un pretendido peligro rojo que viene a terminar con la propiedad de los ciudadanos europeos, igualándonos por abajo en la miseria. Esto es mentira, por supuesto.
El primer paso de la transformación revolucionaria del modelo económico que postula el nacionalsindicalismo es la ABOLICIÓN DE LA PROPIEDAD BURGUESA. La abolición de la propiedad privada de los medios de producción. El nacionalsindicalismo asume la crítica de Marx al capitalismo en su integridad y preveé sus mismas consecuencias si bien -como alguna vez ya he mantenido- no comparte la solución ofrecida para la situación de antagonismo entre clases ni la visión estrictamente materialista del hombre y de la Historia. La primera de estas objeciones tiene efectos prácticos en nuestra oferta política ya que, a medio plazo, estamos propugnando una sindicalización de la sociedad frente al estatalismo comunista. La segunda depende de factores más complejos provenientes de la ética judeocristiana pero, pese a lo que puede parecer, no tiene ningún efecto práctico en la plasmación de los principios revolucionarios de orden económico de nuestra propuesta: siempre que la misma sea realizada adecuadamente mediante su correcta interpretación.
El año 1.935 marca nuestra visión madurada de lo qué debe hacerse con la propiedad de la burguesía, y marca los trazos que nos permiten -en 2.023- poder realizar una oferta transformadora a la sociedad española. La Conferencia de José Antonio en el Círculo de la Unión Mercantil en fecha de 9 de Abril de 1.935 es, una vez más, tremendamente ilustrativa sobre esta maduración: José Antonio nos marca una directriz política que -posteriormente- ha sido doctrinamente desarrollada más o menos de manera correcta. Dice el Fundador que yo quisiera, de ahora para siempre, que nos entendiéramos acerca de las palabras. Cuando se habla del capitalismo no se hace alusión a la propiedad privada; estas dos cosas no sólo son distintas, sino que casi se podría decir que son contrapuestas. Precisamente uno de los efectos del capitalismo fue el aniquilar casi por entero la propiedad privada en sus formas tradicionales. Esto está suficientemente claro en el ánimo de todos, pero no estará de más que se le dediquen unas palabras de mayor esclarecimiento. El capitalismo es la transformación, más o menos rápida, de lo que es el vínculo directo del hombre con sus cosas en un instrumento técnico de ejercer el dominio. La propiedad antigua, la propiedad artesana, la propiedad del pequeño productor, del pequeño comerciante, es como una proyección del individuo sobre sus cosas. En tanto es propietario en cuanto puede tener esas cosas, usarlas, gozarlas, cambiarlas, si queréis; casi en estas mismas palabra ha estado viviendo en las leyes romanas durante siglos, el concepto de la propiedad; pero a medida que el capitalismo se perfecciona y se complica, fijaos en que va alejándose la relación del hombre con sus cosas y se va interponiendo una serie de instrumentos técnicos de dominar; y lo que era esta proyección directa, humana, elemental de relación entre un hombre y sus cosas, se complica; empiezan a introducirse signos que envuelven la representación de una relación de propiedad, pero signos que cada vez van sustituyendo mejor a la presencia viva del hombre, y cuando llega el capitalismo a sus últimos perfeccionamientos, el verdadero titular de la propiedad antigua ya no es un hombre, ya no es un conjunto de hombres, sino que es una abstracción representada por trozos de papel: así ocurre en lo que se llama la sociedad anónima.
La actuación revolucionaria que propone el nacionalsindicalismo consiste en la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción. Aceptando el análisis marxista sobre acumulación originaria, plusvalía y paulatina concentración de la titularidad privada de los medios de producción, la solución falangista pasa por la abolición de la propiedad privada de los mismos y la atribución de su titularidad a los trabajadores por medio de su correspondiente sindicato: la sindicalización de la vida económica. El nacionalsindicalismo tiende a terminar con toda propiedad que perpetúe la situación de explotación del hombre por el hombre. Es decir,que postulamos la abolición de toda propiedad privada generadora de la apropiación ilícita que supone la plusvalía en todas sus posibles deficiones marxistas. Falange pretende, por tanto, la abolición de la propiedad privada en todas sus actuales formas burguesas, y este factor nos aleja definitivamente del fascismo en cualquiera de sus aspectos (el fascismo no abolió la propiedad privada y acabó siendo un factor de violencia ejercitada en exclusivo beneficio del orden burgués): sería bueno pensar un poco en esto cuando el nombre del falangismo se vea mezclado con homenajes a Mussolini o con extraños pactos con lo más granado de la ultraderecha europea.
Un excelente punto de partida para un entendimiento correcto de José Antonio respecto a lo afirmado en este texto nos lo ofrece José Manuel Cansino en una pequeña obra que, publicada por la Fundación José Antonio Primo de Rivera, titula ACERCA DE LA CONFERENCIA DEL MERCANTIL. Señala Cansino que importa señalar en este momento lo siguiente: José Antonio no es un crítico del mercado como tampoco lo es de la propiedad privada, antes al contrario. No rechaza el mercado como lugar de intercambio de las manufacturas obtenidas de los procesos productivos incipientes. De lo que sí se muestra radicalmente contrario es de la transformación del orden económico construido sobre el derecho de propiedad privada en un sistema económico capitalista en el que el trabajador deja de ser propietario del fruto de su esfuerzo. En este orden económico que José Antonio denuncia será el empresario capitalista el que se apropie de este esfuerzo a cambio del salario que entrega a quien ahora vive, fundamentalmente, de alquilar su trabajo. Es esta derivación del orden económico la que le permite enlazar su discurso con la obra El Capital de Carlos Marx y con el concepto central de plusvalía. Esto significa que José Antonio utilizará la crítica marxista para rebatir el liberalismo económico cuando también podría haber utilizado los argumentos de la Escuela Histórica Alemana ya que conocía la obra de Gustav Schmöller. Probablemente esta elección se debiese a la intención del Jefe de FE de las JONS de subrayar públicamente las diferencias que existían entre el movimiento político que lideraba y los grupos representantes de la derecha política, lo que no significaba -como oportunamente aclara- asumir la totalidad del análisis marxista dada la negación que el mismo hace de la dimensión espiritual... Como es sabido, Marx no formula una explicación única acerca de la crisis económica capitalista sino tres. A todas ellas y de forma separada se refiere José Antonio en la conferencia que analizamos. Así, habla en primer lugar de la crisis económica asociada al aumento de la composición orgánica del capital, en segundo lugar de la crisis derivada de la concentración de capital (que él denomina aglomeración) y de la proletarización progresiva de la sociedad y, finalmente, de la crisis por superproducción.
Estas consecuencias directas del capitalismo, que habían sido profundamente analizadas por Marx en su extensa obra, han sido asumidas desde entonces por el nacionalsindicalismo. A diferencia de lo que cree Cansino -que sostiene un error de pronóstico de José Antonio al haber previsto, al igual que Marx, la inevitable destrucción del sistema capitalista- pienso que ello no es así: no existe error posible porque el capitalismo, en pleno Siglo XXI, se encuentra todavía -al igual que lo estaba en 1.935- en lo que Lenin define como fase del imperialismo. A pesar de los cambios históricos y objetivos del sistema económico -lo que Cansino llama abandono del modelo manchesteriano- las condiciones de fondo siguen siendo las mismas: la concentración del poder económico y la explotación del hombre por el hombre. En este sentido, el análisis joseantoniano de esta cuestión sigue estando vigente, al igual que lo está el marxismo leninismo ya que, tal y como vaticinaba Carlos Marx, el capitalismo sigue estando destinado a extinguirse.
Tampoco a efectos prácticos debe importarnos -en lo más mínimo- el análisis del fenómeno de la propiedad anterior al momento de la acumulación originaria. Desde posiciones conservadoras Jorge Garrido -en su obra Manifiesto Sindicalista (Ediciones Milenio Azul. Página 68 y siguientes)- se esfuerza en demostrar el carácter natural de la propiedad primitiva de carácter individual -dice textualmente que es anterior a la propia sociedad y al propio Estado- y resalta el error que dice percibir en Carlos Marx al pronunciarse éste sobre la no originación de propiedad por parte del trabajo asalariado. Nosotros creemos que, en primer lugar, el debate si la propiedad individual es anterior a la propiedad colectiva -o al revés como sostiene el marxismo- no tiene más importancia que la de una mera disgresión de carácter teórico. Estimo que lo importante de nuestra concepción de la propiedad privada consiste en la aceptación por parte de Falange del fenómeno estudiado por Marx de la acumulación originaria y de sus posteriores consecuencias. Ello nos lleva a planteamientos doctrinales sobre la propiedad que -por otra parte- recoge acertadamente Garrido posteriormente en su libro. No importa de dónde provenga el hecho de la propiedad burguesa de los medios de producción y del modelo económico que sustenta: lo cierto es que, una vez producido y consolidado, tan sólo puede destruírse a través de la abolición de la propiedad privada. Y de ahí también viene mi postura ante la segunda objeción de Garrido al hecho de la presunta negación por Marx del trabajo asalariado como originador de propiedad personal. Tal y como veremos luego, esa afirmación del Manifiesto Comunista se refiere al fenómeno de la propiedad de los trabajadores dentro del capitalismo, pero no una vez que el mismo ha sido destruído: debe leerse y estudiarse en su conjunto sin exponer una frase suelta carente de sentido en sí misma.
Narciso Perales, en los años 70 del siglo pasado, lo ha enunciado tan claramente como ha enunciado tantas otras cuestiones doctrinales. Se pregunta Perales, al tratar de las ofertas adulteradas de Girón, Fernández-Cuesta o Blas Piñar... ¿Dicen ellos que es ilegítima la propiedad basada en la usura, en el monopolio, en el tráfico de influencias en la especulación o en las actividades financieras? ¿Dicen ellos que la plusvalía no ha de ir a manos de los patronos, como ucurre en los regímenes capitalistas, ni a manos del Estado, como ocurre en los regímenes comunistas, sino a manos de los trabajadores articulados desde abajo y en las que las grandes y pequeñas empresas sean autogestionarias? (Entrevista dada a Julián Lago en el Semanario Interviú en Diciembre de 1.976. Citado por José Luis Martínez Morant en la página 118 de su obra compilatoria Narciso Perales el Falangista Rebelde). Anteriormente, Perales había vuelto a dar con el quid de la cuestión en la entrevista concedida a José Carlos Clemente Balaguer e incluída en el libro Conversaciones con las Corrientes Políticas de España (Dopesa 1.971) y que es transcrito en la obra mencionada de Martínez Morant en su Página 85. Sostiene Narciso Perales, al tratar sobre la llamada revolución pendiente, que la misma consiste, en primer término, en la reforma del concepto de propiedad para extenderla en función de la utilidad social a todos los españoles. Esto supondría no sólo una limitación de la propiedad individual, de los bienes de uso y consumo y de los instrumentos personales de trabajo, con su reafirmación y defensa, sino también la creación de nuevas formas de propiedad familiar, sindical y comunal. Sólo el trabajo debe ser título de propiedad. Los pequeños capitales fruto del ahorro, podrán ser prstados a la comunidad y recibirían a cambio su salario, pero no darían derecho alguno a la propiedad de los elementos de trabajo ajenos. Por otra parte, la herencia sería gravada en forma tal en las diferentes transmisiones que se extinguiría en la segunda generación.
De esta forma, distintos trabajos han venido a incidir en esta idea. Dice Gustavo Morales (Págs. 54 y 55. De la Protesta a la Propuesta. Obra Colectiva. Fundación José Antonio Primo de Rivera) que la propiedad es la proyección del hombre sobre sus cosas. Originariamente nace de la rapiña para pasar a ser hereditaria-feudal y, en el nivel superior que pretendemos, procederá exclusivamente del trabajo... el dominio que representa la propiedad, la relación persona-cosa, tiene como finalidad satisfacer las necesidades físicas y espirituales del ser humano de un modo exclusivo y excluyente. Son estas dos exclusividades las que han de cambiarse. El derecho de propiedad puede adquirirse hoy por compraventa, donación, herencia trabajo etc. Dado que no todos los bienes cumplen una misma función económica, podemos distinguir entre bienes de uso y consumo, susceptibles de propiedad privada, y bienes de producción, cuya titularidad legitimamos los falangistas en el sindicato de empresa o de rama de producción. Se puede hablar de posesión de una vivienda, ropa, muebles, objetos, libros etc. Sin embargo, es necesario acabar con la propiedad privada de los medios de producción, así como de propiedades de utilidad pública que no han de estar en manos privadas. Los límites al derecho de propiedad humana vienen dados por dos factores: el bien común y la utilidad social, además de otro de origen cristiano o, para quienes así lo prefieran, ético: al estado de necesidad del prójimo. Por ello, podemos señalar como legítimos tres tipos de propiedad: personal (bienes de uso y consumo); comunal (bienes que pertenecen colectivamente a los vecinos de un municipio: pastos, bosques, prados y edificios) y sindical (propiedad colectiva de empresas, fábricas o tierras)... en resumen, el derecho de propiedad se mantiene por el uso dado a los bienes de consumo y se adquiere mediante el trabajo. José Antonio afirma sobre el postulado sindicalista: se tiende a sustituir la ordenación económica capitalista, que asigna la plusvalía a los empresarios y titulares de los signos de crédito por una organización sindicalista que entregue la plusvalía (el valor añadido a los bienes o materias primas por el trabajo ejercido sobre ellos) a la agrupación orgánica de productores.
Por tanto, para el nacionalsindicalismo existirían las siguientes CLASES DE PROPIEDAD una vez abolida la propiedad privada de carácter burgués:
La propiedad PERSONAL, que es la llamada privada en la mayoría de nuestros textos doctrinales, y que puede ser objeto de herencia: bienes de uso y consumo e instrumentos propios de trabajo.
La propiedad COMUNAL de naturaleza vecinal o municipal.
La propiedad SINDICAL de los medios de producción, la cual produce la eliminación del trabajo asalariado.
La propiedad ESTATAL de los recursos e industrias de interés nacional (esta clase de propiedad es acertadamente añadida por Jorge Garrido al analizar los trabajos de Gustavo Morales (Página 71 del ya citado libro Manifiesto Sindicalista).
Por tanto, el nacionalsindicalismo viene a abolir la propiedad privada de los medios de producción y, en consecuencia, a constituir nuevas formas de propiedad colectiva que serán la base de nuestro orden social. Del mismo modo, y al margen de esta propiedad colectiva, se respeta una cierta propiedad personal caracterizada -ya levantada la losa del capitalismo- por la proyección directa del hombre sobre sus cosas.
Estas premisas político-económicas son en todo similares a las alcanzadas por el marxismo. Aceptando su análisis del sistema capitalista, no podemos menos que llegar a conclusiones muy similares en orden al respeto a la propiedad personal y a la abolición de la propiedad privada de los medios de producción como único instrumento de extinción de la sociedad capitalista. En cambio, disentimos sobre la manera de superar la lucha de clases y de alcanzar una sociedad igualitaria: nosotros, al contrario de lo que propone el comunismo, apostamos por el sindicato como motor del cambio.
La postura del comunismo en orden a la llamada propiedad personal es esbozada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. En la Pág. 40 de la ejemplar del mismo editado por Ediciones Endymion, puede leerse la clarísima postura marxista en orden a la cuestión de la propiedad, al decir que lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros. Así entendida, pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada. Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia. La propiedad bien adquirida fruto del trabajo y del esfuerzo humano. ¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No. esa no necesitamos destruirla: el desarrollo de la industria lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas.
Esta visión de la destrucción de la propiedad personal es recogida por el nacionalsindicalismo, la cual consideramos devastada por la implantación del capitalismo. Continúa diciendo El Manifiesto que ¿O queréis referiros a la moderna propiedad privada de la burguesía? Decidnos... ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, le rinde propiedad? Ni mucho menos. Lo que rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto de su explotación. La propiedad, en la forma que hoy presenta, no admite salida a este antagonismo del capital y del trabajo asalariado... el precio mínimo del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de viveres necesaria para sostener al obrero como tal obrero. Todo lo que el obrero asalariado adquiere con su trabajo es pues lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y trabajando. Nosotros no aspiramos en modo alguno a destruir este régimen de apropiación personal de los productos de un trabajo encaminado a crear medios de vida: régimen de apropiación que no deja, como vemos, el menor margen de rendimiento líquido y, con él, la posibilidad de ejercer influencia sobre los demás hombres.
No se puede ser más claro: las adquisiciones que el trabajador realiza de los bienes de consumo que él mismo produce tan sólo tienden a perpetuar el actual sistema de explotación porque, de un lado, tan sólo le permite subsistir y seguir trabajando y porque, por otra parte, estas adquisiciones constituyen uno de los elementos del régimen de explotación y de apropiación de la plusvalía del propio modelo capitalista. Sólo por medio de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción podrá hablarse -propiamente- de propiedad personal: ni el trabajo realizado para producir mercancías ni su adquisición por los productores produce beneficios capitalistas.
Así, termina diciendo El Manifiesto que a lo que aspiramos es a destruir el carácter oprobioso de este régimen de apropiación en el que el obrero sólo vive para multiplicar el capital, en que vive tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante aconseja que viva. en la sociedad burguesa el trabajo vivo del hombre no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado. En la sociedad comunista el trabajo acumulado será, por el contrario, un simple medio para dilatar, fomentar y enriquecer la vida del obrero.
Estas formas de propiedad fueron consagradas en el texto legal más elaborado del marxismo-leninismo: la Constitución Soviética aprobada el 5 de Diciembre de 1.936 en el VIII Congreso Extraordinario de los Soviets. Este texto, aprobado al inicio de nuestra Guerra Civil y por ende muy poco conocido -o directamente ignorado- por nuestros fundadores, viene a consagrar constitucionalmente la coexistencia de la propiedad personal con las formas colectivas de propiedad. El art. 4 dice que la base económica de la URSS son el sistema socialista de economía y la propiedad socialista de los instrumentos y medios de producción, afirmados como resultado de la supresión del sistema capitalista de economía, de la abolición de la propiedad privada de los instrumentos y medios de producción y de la anulación de la explotación del hombre por el hombre. El art. 5 dice que la propiedad socialista tiene en la URSS dos formas: propiedad del Estado (patrimonio de todo el pueblo) y propiedad cooperativa-koljosiana (propiedad de cada koljós, propiedad de las asociaciones cooperativas). El art. 9 establece que a la par con el sistema económico socialista, forma dominante de la economía de la URSS, la ley permite la pequeña hacienda privada de los campesinos y artesanos individuales, basada en el trabajo personal y que excluye la explotación del trabajo ajeno. El art. 10 -como colofón- expresa que la ley protege el derecho de los ciudadanos a la propiedad personal de los ingresos y ahorros procedentes de su trabajo, la vivienda y la hacienda doméstica familiar, los objetos de uso doméstico, de consumo y de comodidad personal, así como el derecho de herencia de la propiedad personal de los ciudadanos.
En otras palabras, el art. 10 de la Constitución Soviética viene a consagrar, en un texto legal de carácter supremo, nuestro punto de vista exacto sobre la propiedad personal del futuro Estado Sindical.