LA BATALLA DE BAJMUT
El fracaso del impetuoso avance alemán sobre Francia en el verano de 1.914 trajo consigo la paralización forzada de la guerra mediante el atrincheramiento y la fortificación. El Ejército Alemán se atrincheró -obligando a los Aliados a hacer lo mismo- y el frente quedó prácticamente inmovilizado hasta Noviembre de 1.918. Alemania ya no podía ganar la guerra, pero podía esperar acontecimientos detrás de estas formidables trincheras: minimizar sus pérdidas humanas y materiales en espera de alguna circunstancia favorable que se pudiera aprovechar. Es lo mismo que está haciendo Rusia en este momento y en esta fase de la guerra: luchar hasta la extenuación por una serie de mejoras territoriales tácticas que la permitan atrincherarse a la espera de acontecimientos. Y es que el Régimen de Putin está luchando para no perder. Olvidados los grandiosos objetivos iniciales, Rusia combate mes a mes por la posesión territorial de unos cientos de metros cuadrados, en un plan general de desgaste basado en un sacrificio criminal y consciente de sus propios soldados.
Durante meses -desde verano de 2.022- los rusos han estado avanzando, metro a metro, hacia la villa de Bajmut. Este lugar -que ahora resulta tristemente conocido en todo el mundo- se ha convertido en el Somme ucraniano. Una durísima batalla que ha desangrado -literalmente- al Grupo Wagner y que también está produciendo un elevadísimo coste a las tropas de Ucrania. Bajmut resiste al día de hoy. Y aunque no se termina de comprender demasiado bien el empecinamiento ucraniano en la defensa de un pequeño pueblo de casi inexistente valor estratégico, estos soldados están demostrando, otra vez más, que son la mejor infantería de Europa: abnegada en el sacrificio y eficaz en sus tácticas de combate. Los ucranianos saben sacar todo el partido posible a las armas de las que disponen y se están enfrentando, en pugna sangrienta, a los asesinos de Wagner y de las fuerzas paracaidistas de la Federación Rusa.
Para Rusia este desmedido empeño tiene una más sencilla explicación: piensan que la toma de Bajmut puede abrir la puerta a la culminación de la conquista del Donbás, acercando a sus soldados a la ciudades de Kramatorsk y Slaviansk. De esta forma -en el caso de que esas ciudades fueran ocupadas- podría ofrecerse a su ciudadanía una victoria al tiempo que se produjera un atrincheramiento de sus bandas en la región. Ocupado todo el Donbás, Putin podría comenzar a negociar una salida honrosa de su guerra. El fracaso militar de Rusia -a estas alturas nadie piensa que puedan tomar todo el Donbás- lleva al Régimen a extremar este tipo de campañas publicitarias, básicamente dirigidas a animar a una perpleja población que soporta las derrotas y las humillaciones infringidas a su -hasta ahora- invencible y victorioso Ejército. Sus medios de comunicación les han machacado durante años sobre la superioridad tecnológica y militar del Ejército Ruso, y se están comenzando a preguntar no sólo la razón por la cual esta guerra está durando tanto, sino también por la que sus hijos están muriendo a miles sobre la tierra extranjera de Ucrania: el Régimen debe hacer algo de manera rápida y efectiva.
Toda la batalla de Bajmut debe leerse en una clave interna. El Ministerio de Defensa Ruso contempla encantado -el inefable Shoigú y sus filias y fobias- cómo el mafioso Prigozhin y sus sicarios se enfrentan al Ejército Ucraniano y cómo ofrecen sus vidas en medio de una infinita batalla de desgaste. A su vez, el capo wagnerita no deja de quejarse amargamente sobre la falta de suministros por parte de las Fuerzas Armadas de la Federación. El Ejército Ruso se está quitando de encima el peso de Prigozhin, ajustando unas cuentas que nosotros -absolutamente alejados de esa porquería- tan sólo somos capaces de atisbar.
La resistencia ucraniana en Bajmut no debe llevarnos a engaño sobre su verdadero carácter. No debe hacernos pensar en gloriosos estandartes teñidos por la luz del sol y mecidos por el viento impetuoso de la mañana: en una limpia valentía de amaneceres claros y de sonoros tambores de guerra. Bajmut no es más que miseria y frío y miedo y sangre. Bajmut no es más que el dolor de las heridas abiertas y el sonido pavoroso de las explosiones de todos los calibres y de la locura y del daño. Bajmut es la muerte de toda ilusión esperanzada. Pero también -tampoco lo olvidemos- Bajmut significa la dignidad de no querer rendirse y de luchar hasta el final por los grandes principios y de conocer -aunque sea de esa manera horrenda- la honorable verdad del compañerismo y de la coherencia personal. Ucrania ya ha ganado -otra vez- una nueva batalla frente a la tiranía.