INICIO DEL INVIERNO EN UCRANIA.
Con la llegada del invierno culminarán las durísimas operaciones ofensivas ucranianas comenzadas este pasado verano. Unos terroríficos combates que no sólo han venido a demostrar la pericia y el valor de los soldados ucranianos, sino también la adaptación realizada por el Ejército Ruso a las condiciones de la guerra. Pasados los estruendosos desastres del primer año -y en base a una ingente pérdida de masa humana y material- los rusos han resistido en sus líneas defensivas realizando, además, pequeñas ofensivas tácticas de distracción. Al día de hoy, la lucha nacional de Ucrania se ha convertido en una terrible guerra de posiciones -muy parecida a la del frente europeo de la Gran Guerra- en la que la pugna por la reconquista de unos pocos kilómetros cuadrados de terreno se torna en una cruel sangría de muertos y de heridos y de pérdidas de material, y sin que ninguno de los bandos pueda romper las fortificaciones del otro para efectuar movimientos profundos y envolventes. Una guerra de trincheras en sentido clásico, con todo lo que de doloroso tiene ese concepto. Este escenario militar favorece a la Federación Rusa.
En este intercambio de golpes, vencerá el país que cuente con la industria más grande y resistente. Ucrania depende -casi en exclusiva- de la ayuda militar y económica exterior mientras que -durante este 2.023- su enemigo ha puesto a funcionar sus enormes recursos industriales y sus inagotables reservas humanas. Esta situación es muy favorable al Régimen de Putin: tan sólo tiene que aguantar y esperar acontecimientos. Unos acontecimientos varíables que podrían consistir en una paulatina retirada de apoyos occidentales al Gobierno de Zelenski o en un empeoramiento de la situación internacional que convierta en general la lucha individual iniciada por Rusia. En este sentido, debemos contemplar la actual crisis de Gaza o el conflicto de las aguas territoriales filipinas. No hay duda de que a Rusia le gustaría un enfrentamiento de Occidente frente al bloque de las tiranías: les conviene la involucración de Irán o de China en esta lucha contra lo que ellos entienden como una agresión occidental. Sea como fuere, Rusia resistirá y esperará acontecimientos. Si hace seiscientos días nos hubiesen dicho que los rusos deben aguantar y pasar a una línea defensiva estable no lo hubiéramos creído. Rusia no es un gigante con pies de barro ni un tigre de papel. Rusia es -absolutamente alejada de lo que su propaganda manifiesta- una potencia regional de fuerza militar limitada, y así tendríamos que entenderla. A pesar de su constante bravata de utilización de su arsenal atómico. Porque el arma más potente de su arsenal es nuestro miedo.
Debemos replantearnos el modo de luchar en esta guerra a la luz del desarrollo del conflicto. Soy de los que creen que la paz mundial depende -en primer término- de una derrota total de la Federación Rusa. Occidente está apoyando a Ucrania de manera egoísta, temerosa y limitada. Ayudamos tan sólo en la medida en que nada produzca una escalada frente al poder ruso. Y así no venceremos. Porque, para vencer en este combate por la libertad del pueblo ucraniano, no es suficiente un apoyo limitado y medido. Occidente debe elegir entre contener o vencer a los rusos. Si los contenemos -cosa que estamos haciendo en este 2.023- tendremos como consecuencia la cronificación y el estancamiento de la guerra. Si los vencemos, no sólo garantizaremos la independencia del Estado Ucraniano sino la estabilidad -y el justo equilibrio- dentro de las fronteras orientales de Europa. Estados Unidos y la Unión Europea se encuentran en esa encrucijada. Entiendo que el Régimen de Putin no debe sobrevivir a esta guerra: una eventual negociación que nos conduzca a un alto en fuego tan sólo serviría para dilatar en el tiempo la próxima agresión y la próxima guerra. Estamos hablando de actores estatales esencialmente expansionistas, agresivos y militaristas. Cualquier respiro que pudieran tomarse a raíz de un armisticio inestable en Ucrania será aprovechado por la Dictadura para descansar y rearmarse, y para planificar mejor una nueva invasión.
Ucrania ha dejado de estar de moda. Nuevos conflictos mundiales desplazan el interés informativo y el consumismo bélico de nuestros telespectadores. Una sensación de aburrimiento generalizado y de pasivo cansancio de la guerra se ha extendido por el mundo occidental como una mancha de aceite sucia y cobarde. Sin embargo, mucha gente no olvida el sacrificio de este pueblo: el heróico esfuerzo de una nación que quiere ser libre y europea. Llevamos en el corazón su sangre y su valor; el coraje y la entrega de un país que continúa en la lucha.