UN 20 DE NOVIEMBRE CON PENA Y SIN GLORIA
Este 20 de Noviembre se volverán a repetir -en medio de una España deshecha con la que los ultras no saben ni pueden conectar- las escenas del falso falangismo. Aquel del rito hueco y del ademán mimetizado. Aquel de los gritos de la confusión pública y de la sempiterna palabrería. La vergüenza ajena del desvergonzado griterío y de los milicianos sin milicia. Y una vez más los falangistas rechazarán esta turbia impostura.
Coincidiendo con la DANA que nos ha traido una catástrofe histórica y dramática, nos llegó el anuncio -en un vídeo que es muy difícil describir en palabras sencillas y que también es definido como histórico por sus protagonistas- de la unidad entre FE-JONS y La Falange. Pero no se anuncia ninguna novedad. Ambas organizaciones pululan juntas desde hace muchos años años: no es noticia, ni tiene ningún mérito, unir elementos idénticos. Creo que, por mucho que se quiera dar a este acto una dimensión planetaria, el mismo carece de importancia en lo que a la unidad falangista se refiere. Y ello porque -como sabéis- llega muy tarde: hubiera tenido una relevancia decisiva a principios de este siglo XXI, cuando estas organizaciones todavía contaban tanto con una mayor militancia como con alguna propuesta original en lo social y en lo político. En 2.024 no deja de ser un patético y tristísimo ejemplo de una suma de cero más cero igual cero dentro de este cada vez más estrecho y reaccionario marco pseudopolítico. Y es que -como resulta conocido absolutamente por todo el mundo aunque sea expresado por muy pocos- los falangistas hace ya lustros que se encuentran desmarcados de estas organizaciones ultras.
Cuando un amigo -un camarada en el mejor y único sentido de la palabra- me ha pasado el vídeo inenarrable del anuncio en cuestión- no pude menos que pensar en los cientos y cientos de personas que, cansadas de tanta incompetencia y de tanta irresponsabilidad, se han alejado para siempre de nuestro movimiento y también -por supuesto- en aquellas que tristemente se alejaron acosadas por la violencia, los pésimos modales, la mala educación y la sempiterna hipocresía de estos sectores. Han pasado por mi memoria -qué inesperado y sincero homenaje- los rostros de los vivos y de los muertos: de todos aquellos que han desaparecido intentando y deseando la verdadera unidad de los falangistas. Las personas que, en tiempos lejanos, eran despreciadas y expulsadas de sus organizaciones tan sólo por propugnar lo que hoy anuncian -con fátuo orgullo- estos figurones.
Estos que ahora aparecen juntos -que no revueltos- son los mismos que han suplantado nuestra Revolución y que han tergiversado nuestros principios fundamentales. Estos de la fusión histórica son los mismos que han acabado de guisar una versión edulcorada de lo que somos dentro del puchero indigerible del nacionalismo rancio y del confesado conservadurismo. Esta farsa no supone la unidad del nacionalsindicalismo. Se trata tan sólo de la enésima operación que -pergeñada por extremoderechistas- pretende liderar este mínimo sector político. Al amparo de las siglas históricas, y sin rubor alguno, al objeto de alzar la bandera de lo que nunca hemos sido.