ESTAS NAVIDADES EN UCRANIA

26.12.2022

A unos tres mil kilómetros de Madrid un pueblo valiente está celebrando unas tristes y muy peculiares Navidades. Se dice que el pueblo ucraniano intenta -a pesar de los bombardeos incesantes de los rusos- celebrar las Navidades con la máxima normalidad posible. Eso no es cierto. En primer lugar, porque no puede existir normalidad en un país que ha sido invadido por otro y en el que -la triste verdad de una guerra injusta- se ha provocado un reguero siniestro de destrucción, de muerte y de miseria. En segundo lugar, porque lo que está haciendo Ucrania -al margen de toda moderna normalidad- es demostrar al mundo que existen todavía ciudadanos valerosos y comprometidos con una serie de principios morales inmutables: un pueblo que está celebrando esta Navidad luchando, nada más y nada menos, que por su derecho a la soberanía nacional y a su libertad política. Moralmente muy lejos de nosotros -mucho más lejos que esos tres mil kilómetros- los ucranianos han enseñado a una asombrada ciudadanía europea -apoltronada después de varias generaciones de vacío y estéril pacifismo- como se defiende un proyecto político de naturaleza nacional y como se lucha y se muere por la Patria. Sencillo y grandioso a la vez.

La campaña de bombardeos rusos, dejando al margen los lógicos e inmensos destrozos materiales, no están consiguiendo los fines pretendidos. Una vez más a lo largo de este ya largo conflicto, los rusos cometen otro gravísimo error estratégico. Putin ha creído que privando de suministros esenciales a la población civil se puede doblegar su voluntad de resistencia. La idea es muy simple: si los ucranianos son castigados sin luz y sin calefacción durante el invierno, se alzará un clamor popular en pro de la negociación, o de la mera rendición, frente a la Federación Rusa. Sin embargo, la experiencia histórica nos demuestra -y aquí se nos ha mostrado una vez más- que el bombardeo sistemático de infraestructuras y objetivos civiles tan sólo acentúa la voluntad de resistencia de una ciudadanía dispuesta a luchar hasta el final. Otra cosa que los rusos han olvidado y que supone un nuevo hito en la guerra de liberación ucraniana.

Y así, a la luz de las velas y de los generadores, los ucranianos resisten. Porque lo se está jugando en Ucrania no es tan sólo la posesión territorial de unos miles de kilómetros cuadrados o la posibilidad de elección libre de todo un pueblo. Lo que se debate con feroz violencia en Ucrania es sobre el derecho de todas las naciones del mundo a fijar unas reglas del juego válidas: a esperar que ningún régimen tiránico pretenda ocupar por la fuerza partes de nuestro territorio o imponernos una forma de vida o determinada política exterior. Porque si hoy permitimos que Putin obtenga el control de Ucrania mañana él mismo, u otro personaje parecido, pensará que las reglas han dejado de existir y volverá a hacer lo mismo en algún lugar del planeta. En estos momentos decisivos se debate la vigencia de las normas internacionales de conducta entre las naciones, así como el cástigo a los bárbaros que pretenden saltárselas.

Los soldados celebran la Navidad entre el frío, la nieve y el barro de Bakhmut o de Svatove rechazando o atacando a las bandas armadas rusas. También ellos encienden velas y comen -a veces- menús especiales: son férreamente respaldados por una población que ve en ellos a los defensores de la Patria en peligro. Unos conceptos que muchos creían anticuados pero que están más vigentes y vivos que nunca por razón del heróico gesto de un Ejército verdaderamente popular. La mejor infantería de Europa pretende ganar esta guerra no sólo para su propio pueblo, sino para todos nosotros. Tal vez, la invasión de Ucrania haya marcado el inicio de una nueva fase en la profundización de nuestros derechos y libertades democráticas. Nos está haciendo reflexionar sobre la necesidad de transformar un modelo político injusto en una sociedad más libre y cohesionada. Tiempo tendremos de escribir sobre ello en el futuro, del mismo modo que muchos ucranianos piensan que, de entre las negras ruinas de los combates encarnizados, debe nacer un mundo nuevo y más seguro.

Por eso, cada vela que se enciende -y cada abeto que se adorna- en Ucrania es una llama de esperanza en los seres humanos: en lo que tenemos de nobleza, de solidaridad y de valentía. Esperanza en un porvenir más humano y más justo y en unos niños que puedan volver a jugar sin riesgo en las plazas de los pueblos y de las ciudades que continúan luchando. Feliz Navidad a la Ucrania libre y soberana en la que tantos creemos y a la que tantos respetamos. Shchaslyvoho Rizdva.  

Pedro Peregrino - Calle la provincia 5. Burgos. 09128
Todos los derechos reservados 2021
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar