ELLA Y LA SOLEDAD

15.03.2019

Regresó aquella misma luz que supo iluminar los más hermosos días, y había vuelto a enmarcar nuestros instantes cotidianos. Después de tantos años transcurridos y de tantas lágrimas vertidas y de tanta ausencia inconsolable, la vida volvió a darnos una oportunidad.

Había sido un largo camino jalonado de hitos de añoranza y de adoquines de tristeza: de absoluta certeza en el propio fracaso y de definitiva imposibilidad de cerrar aquel negro capítulo de agobiante aflicción.

Y es que volvimos a encontrarnos después de todas estas cosas.

No me ha sido fácil explicar cómo ha sido mi vida desde que se marchó. Cómo contar que, todos los días y desde entonces, he cerrado los ojos para volver a encontrarme con sus reconfortantes sombras. Cómo decir que he buscado en el fondo de mi alma sus recuerdos más queridos y sus inolvidables y suaves aromas. Cómo hacer que entendiera que todo lo mío ha ido pasando mientras que, envuelto en la neblina gris de la soledad, me dejaba vencer por una fácil sensación de derrota desilusionada. Todos aquellos sueños que nunca se cumplieron y todas aquellas sensaciones de las que tuve que alejarme, junto a la satisfacción sincera que produce en mí saber que sus cosas marchan bien. No he sabido explicar todo eso: la verdad infinita del amor. A lo mejor, va a resultar cierto aquello que dicen sobre la imposibilidad de definir las íntimas vivencias que reposan en nuestros espacios más distantes y profundos.

Ha sido como un relámpago en mitad de la noche. Un destello fugaz que, por breves y únicos segundos, nos deslumbró a los dos. Sólo ella es capaz de convertir los sucesos ordinarios de una existencia ordinaria en algo bello y digno de ser vivido. Una vez más, he tenido la suerte de vivirlo. La he tenido cerca y he escuchado su voz. Y volvió a romper mi soledad con su sonrisa y con su manera de andar: con sus razonamientos inapelables y con su forma de ver la vida. Ha vuelto a matarme de amor: a inundarme de ella en una marea incontenible de ternura, pasión, recuerdos y esperanzas. Ella no es consciente del hondo magnetismo que ejerce sobre mí: de lo mucho que me importan sus cosas, sus alegrías y sus penas y sus opiniones. Yo la quiero: por encima de todo y de cualquier otra circunstancia.

Todo lo que he creído estos últimos años, y todo lo que he escrito y todo lo que he vivido eran cosas ciertas y no espejismos de añoranza. Eso me ha constatado su presencia otra vez en mi vida. Y aunque no haya podido romper esas barreras que, invisibles y sólidas, se alzan entre nosotros y aunque no haya podido llegar a su corazón con estos sentimientos, sigo creyendo no sólo que ella es lo más hermoso que me queda, sino también que es la única mujer capaz de hacerme soñar en otra existencia distinta. En una vida más humana, digna y libre.

Ella no lo ve así y yo, una vez más, debo comprender sus razones. Porque ella tiene muchos motivos para no estar conmigo. Pero ella también me ha enseñado a caminar sobre mis derrotas y sé, ahora mucho mejor que antes, que ha sido algo maravilloso haber pasado por su vida y que, pese a la desolación de su pérdida irremplazable, su sonrisa ha dado sentido a todo este triste devenir de despropósitos.

Pedro Peregrino - Calle la provincia 5. Burgos. 09128
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