EL INFIERNO BLANCO

21.01.2023

Ha llegado el frío a la Península Ibérica y nuestro país -o lo que demonios quede de él- ha quedado aprisionado en un océano helado como el Endurance: el barco del explorador polar Ernest Shackleton que, inmovilizado por el hielo, acabó naufragando por causa de la presión del mismo sobre su casco. No está mal como metáfora. Una nación paralizada e irremisiblemente condenada al naufragio dentro de un mar gélido. Me gustaría pensar que eso no es así, aunque soy de los que creen que nuestro particular Endurance naufragó hace muchísimo tiempo: incluso mucho antes de que cualquiera de nosotros naciese. Sea como fuere, nos encontramos atravesando un mar de hielo traducido en una fortísima crisis económica y en una inflación demoledora.

No existen fuentes fíables -al día de hoy- sobre el número exacto de familias que se están viendo afectadas por estas circunstancias económicas adversas. Varios millones de compatriotas se encuentran en una situación de extrema pobreza: en la práctica y total miseria. Pasados aquellos lejanos tiempos en los que la luz y la calefacción se pagaban sin ningún problema, una gran parte de nosotros se debate en los dilemas irresolubles en los que se ha convertido el pago de la calefacción o el pago de la hipoteca o el pago -sencillamente- de la comida diaria. Si la guerra es el arte de crear al enemigo dilemas de imposible solución, resulta evidente la eficiencia con la que este modelo económico nos está haciendo la guerra: combatiendo a los mismos ciudadanos que lo están sustentando. Cada día un poco más pobres. Cada día un poco más infelices. Cada día un poco más esclavos.

Este sistema no funciona. Resulta llamativo que -entre todas las soluciones barajadas por los administradores de nuestra pobreza, por los economistas sesudos y por los gurús del vacío hiperespacial- nadie haya propuesto la de la nacionalización de la energía. Algo tan sencillo como terminar de un plumazo con el negocio de estas sanguijuelas. A nadie se le escapa que una medida así no serviría de gran cosa si no la insertamos dentro de un conjunto de líneas radicales de transformación de nuestra economía y de nuestro marco social. Pero sería sin duda un buen comienzo: una sola compañía nacional de la energía que, después de un proceso progresivo de abaratamiento de servicios, llegara a ofrecernos -sin ningún coste apreciable para nuestro bolsillo- nuestra luz y nuestra calefacción. Y también la extinción de raíz del actual sistema de subasta de los precios energéticos que constituye, en sí mismo, uno de los ejemplos más vomitivos y puercos de lo que es y de lo que supone el capitalismo.

Este sistema no funciona y no nos cansamos de decirlo. Y mientras no nos decidamos a que caiga, seguiremos atravesando este mar helado: debatiéndonos entre morir de frío o morir de hambre. Sin embargo, y profundizando todavía más en la metáfora, podría existir un cálido reflejo de esperanza en un mañana más feliz. Recordemos como Ernest Shackleton lideró a su tripulación en una marcha épica hasta lugares habitados y seguros, ofreciendo un ejemplo de superación, valor y esfuerzo colectivo. Los miembros de esta expedición pudieron escapar del hielo, al contrario de lo que ocurre con los españoles de este inicio de 2.023. Tal vez -entre el frío y la desesperanza- podamos iniciar un camino hacia la salvación tal y como hizo Shackleton. Un camino heróico que nos redima como pueblo a través del sueño colectivo de la Revolución. Y es que, para salir de este infierno blanco, todos dependemos de todos y en todos debemos apoyarnos. La curiosa metáfora ofrecida el gran Ernest Shackelton.

Pedro Peregrino - Calle la provincia 5. Burgos. 09128
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