CUADROS PARA UNA RESURRECCIÓN.
El pueblo ucraniano continúa resistiendo a las fuerzas invasoras con toda la energía y con toda la decisión de la que es capaz. Ciento sesenta y tres días de guerra que se cumplen en este agobiante mes de Agosto y que han marcado, sin lugar a dudas, el inicio de una nueva fase histórica en el mundo occidental: ni las relaciones internacionales, ni la política económica ni nuestras prioridades defensivas van a ser las mismas de ahora en adelante. De golpe y porrazo, la intervención rusa ha mostrado a nuestros estupefactos ciudadanos que el mundo no es un lugar seguro, ni feliz ni ordenado: que debemos coexistir con una potencia expansionista y agresiva que despliega su fuerza militar en el extremo oriental de nuestro continente.
Me asombra la especialísima sensibilidad cultural que ha mostrado el pueblo ucraniano durante este conflicto. Unas manifestaciones artísticas de extrema singularidad -apenas conocidas en España- entre las que destacan la voz de la maravillosa Khrystyna Solovy, la profundidad poética de Valeria Vainraukh o la fuerza irónica de la voluntad de resistencia que muestra Bayraktar de Taras Borokov. Los ciudadanos ucranianos han encontrado en su música un instrumento más de combate y de cohesión nacional frente al invasor.
También puede citarse su pintura. Gracias a la Asociación Con Ucrania -que contó con la indispensable colaboración del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid- hemos podido descubrir la obra de dos asombrosos pintores ucranianos: Volodymyr Stasenko y Ostap Kovalchuk. Dos catedráticos de la Universidad de Kyiv que han sabido dar una visión personal, profunda e intimista del desastre que asola su país. Maravillosa exposición que nos ha permitido descubir la obra de estas personas excepcionales.
Durante los feroces bombardeos rusos desarrollados en la batalla de Kyiv, Ostap Kovalchukse encontraba refugiado en el sótano de su casa. Sentía la necesidad imperiosa de pintar: de plasmar sobre un lienzo sus sentimientos y sus miedos, sus anhelos de paz y su voluntad de supervivencia. Ante la total carencia de lienzo disponible, Ostap escogió una maravillosa manera de expresar su estado de ánimo: pintar sobre la madera ahumada que recogía de los edificios en ruinas. Una pintura absolutamente simbólica que refleja no sólo la percepción íntima del autor sino también -y esto todavía la hace más grande a ojos del espectador- el estado anímico de un pueblo que sufre.
Ligeramente tenebrosa y oscura, la pintura de Ostap Kovalchuk nos lleva, de un modo inimitablemente hermoso, a la certeza de un mañana mejor. Ha logrado conmoverme su visión del episodio de la Huída a Egipto pintado sobre una viga ennegrecida: como tantas familias ucranianas, y también a causa de los caprichos de un tirano, la familia de Jesús debe escapar y debe buscar refugio muy lejos de su hogar. Sin embargo, nos consta que aquel es el inicio de una promesa de salvación para todo el género humano. Siempre la esperanza del mañana sobre la oscuridad del hoy.
Ostap Kovalchuk fue capaz de pintar un cuadro durante el mismo acto, regalando esta obra al Colegio de Abogados de Madrid. En esta pintura, sobre el fondo azul y amarillo de las extensas llanuras de su país, dibujó juntos a Don Quijote y a Mamái, un cosaco tradicional del folklore ucraniano, representado siempre tocando un instrumento musical llamdo kobza. Mamái también es dibujado por el autor sobre una tabla de madera quemada: permanente símbolo de un pueblo que no pierde la calma a pesar de que el mundo se derrumba a su alrededor, y la madera -forjadora de cunas y de ataudes- como recordatorio de ls ciclos constantes de la vida. Al decir del pintor, hoy Ucrania sufre y mañana puede renacer victoriosa.
Volodymyr Stasenko ha sorprendido también por la profundidad mística de su obra. Realizada sobre lino, el pintor nos explicó como ha sido dibujada en Cuaresma: en el triste momento en el que, por causa de la invasión rusa, el pueblo ucraniano ha encontrado un sentido más hondo y sincero a la Pasión de Cristo. El proyecto toma como base las numerosísimas imágenes existentes en torno al conflicto, así como algunas pinturas religiosas ucranianas del Siglo XVII. Nos muestra la crudeza de los muertos: civiles asesinados y maniatados víctimas de un plan de aniquilación sistemática, edificios y aldeas destruídas, bombardeos, refugiados y lágrimas.
La Pasión de todo un pueblo a la que Stasenko dota de una más que evidente grandeza en el dolor: este proyecto artístico lleva el nombre de Agnus Dei, qui tollis peccata mundi miserere nobis (Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo ten piedad de nosotros). Volodymyr Stasenko utiliza los colores blanco, rojo y negro -tan especiales para la identidad ucraniana- al tiempo que asocia el lino con todas las etapas fundamentales de la vida: bautizo, boda, muerte, celebraciones y tristezas. Nos dijo -en un tono de evidente emoción- que la batalla que Ucrania está librando sobre su asolado territorio no es un conflicto más, y que se trata de una batalla del Bien contra el Mal. Y esta gran verdad -en la que creemos muchos- queda irremediablemente asociada a la Pasión de Cristo que resalta Stasenko porque, después del dolor injusto de la Crucifixión adviene la Gloria de la Resurrección y de la Salvación del hombre para su liberación.
A mí no me cabe la menor duda que Ucrania resurgirá liberada de este calvario, de tanto dolor y de tanta muerte: que un nueva nación fortalecida entre el fuego y la metralla está naciendo del sacrificio de su pueblo. Eso nos ha mostrado la obra de dos excelentes pintores.