CON "Z" DE BAZOFIA
Que la sociedad occidental es profundamente injusta es un dato conocido y aceptado por una mayoría abrumadora de los ciudadanos europeos. Que esta misma sociedad occidental deba ser transformada de un modo revolucionario mediante la demolición del modelo capitalista es una afirmación aceptada por muchos menos de nosotros. Lo que parece ser un dato unánime es la creencia en que esta transformación debe consistir en una profundización de los derechos y libertades que actualmente estamos disfrutando, sin que la misma suponga ni una merma ni -muchísimo menos- una anulación de estos derechos.
Digo esta obviedad porque resulta incesante la imputación que se nos hace, desde los sectores prorusos de la sociedad española, de estar defendiendo el modelo occidental capitalista a raíz de nuestro apoyo a Ucrania frente a la agresión imperialista del Régimen de Wladimir Putin. Es decir, todas las personas que apoyamos a Ucrania en su lucha nacional -de un modo pleno, intelectual, activo y consciente- lo que en realidad estamos haciendo es defender y apuntalar el modelo político atlantista y capitalista. En definitiva, ya sabéis, con "Z" de bazofia.
Esto no es una guerra entre europeos. El Régimen de Putin es una Dictadura imperialista, expansionista, militarista y -por cierto- ultracapitalista. Por esta misma razón, Rusia se aleja absolutamente de cualquier idea de Europa y de los valores europeos. La llamada Federación Rusa no es Europa, en tanto en cuanto niega y destruye -por principio- las conquistas democráticas que nos ha costado tanto tiempo consolidar. Europa no es sólo ámbito geográfico: es también el marco político de los derechos, de las obligaciones y de las libertades de su ciudadanía.
Nosotros no creemos defendible el actual modelo europeo. Es obvio que -tal y como apuntaba al inicio de este artículo- no es un sistema justo ni es un modelo solidario. El capitalismo no sólo es un robo institucionalizado sino también una estructura en plena descomposición. Sólo mediante una acción política y social decididamente revolucionaria podremos alcanzar un modelo políticamente avanzado y económicamente justo: la clave para ello está en la extensión de la base democrática de las sociedades occidentales, pero no en la restricción de la misma.
Para los países del Este que -hasta hace relativamente pocos años- han estado sometidos a la influencia coactiva del Régimen de Wladimir Putin, el modelo occidental es un espacio de libertad política y de prosperidad económica. Frente a la posibilidad de una sujección forzosa al ámbito de influencia de un Estado como el Estado Ruso han ido eligiendo -en fácil disyuntiva- el rechazo al llamado mundo ruso y el correlativo acercamiento al modelo europeo. La elección entre uno u otro es tan sencilla como obvia: los ciudadanos de países como Ucrania se han acercado a Occidente porque rechazan taxativamente el esquema político y social de su vecino expansionista. Por tanto, el problema desde Occidente está no tanto en desear la transformación de nuestro sistema económico y político -extremo éste que damos muchos por descontado- sino en rechazar con energía el modelo que representa la aborrecible Dictadura de Putin.
En Ucrania no se lucha y se muere por el capitalismo: se lucha y se muere por una independencia, una soberanía y una libertad que -ni por asomo- se alcanzará dentro de la órbita autocrática de los invasores. Los ciudadanos ucranianos están luchando, sencillamente, por su derecho a poder ser lo que quieran ser en el futuro. Por un inexcusable derecho de elección que, duela a quien duela y pese a quien pese, constituye uno de los pilares de nuestro mundo occidental.